Escuché campanas repicando al conjuro de oraciones, presentí amores largamente deseados, en tardes grises y noches frías, y entonces una luz, solo eso, provocó en mi alma sensaciones de gozo y sentimientos placenteros.

Esa luz eras tú, que llegabas de improviso a mi vida trayendo el color y el calor que ansiosamente esperaba, y así solté las amarras que apretaban mi vida y volqué en ti toda mi locura.

Y fuimos locos y corrimos y vagamos por senderos llenos de estrellas titilantes que alumbraban tenuemente, casi con temor esa dicha pequeñita, casi temerosa que nos embargaba.

El tiempo transcurre y la dicha sigue, los minutos son fugaces y las horas torbellinos donde vamos entregando lo mejor de las caricias, esperando que ningún final llegue a nuestro amor.