Es la luna nueva que festeja el exilio del lobo. El atardecer rojizo se come con sus llamas el horizonte negro-azul cuando las piedras cobran vida y las ramas de los árboles son tornan en brazos asfixiantes.

Es la hora del escarabajo que abandona su madriguera al escuchar mi latido acelerado.

Se arrastra sobre un mar de fango almacenado en las tardes lluviosas y los días grises, cuando sentado a la sombra de un durazno escudriñaba la historia de mis pies. Cuando creía en las manos que se apretaban, cuando las miradas parecían comprometidas y había dulzura en las voces cercanas.

Con sus patas metálicas y rasposas se arrastra sobre sonrisas fingidas, promesas inconclusas, historias fallidas, futuros inciertos, rostros postizos, huellas olvidadas, miradas furtivas, roces ocacionales, palabras huecas, gritos contenidos y angustias desbordas …camina y pisotea a su paso los restos de alguna mano cuya impronta se quedó grabada en el lodo seco y agrietado.

Y así me encuentra, maniatado y mudo, con el brazo extendido y los ojos en blanco.

El escarabajo recorre mi extremidad buscando el punto de brote del río subterráneo.

En sus patas afiladas siente las vibraciones de un torrente oculto en las profundidades de la noche y corre excitado buscando el punto de quiebra, el lugar donde la roca templada por el desierto se hace débil y se parte ante el golpe seco y caliente de una tarde perdida.

Sigue su instinto sediento y obcecado.

Blande su tenaza dorada, afila su mandíbula y muestra sus élitros en un ejercicio premonitorio.

Hay un camino oculto que le llevará a la angostura de mi brazo, una vereda azulada que solo él conoce cuando se agota el incienso, un camino que resplandece con las sombras, tan ambiguo como el rojo carmesí y tan ausente como el aire.

Se insufla de desencuentros, expectativas lejanas, amores frustrados, promesas lejanas, cambios venideros, pero sobre todo, del tiempo punzante que embota las horas escondidas en el ojo cegador del sol de mediodía, del silencio disonante reventador de tímpanos emocionales que entona una música lúgubre y baja, del vacío que lo llena todo y nada, tan pesado y denso que tritura mis huesos y tan ligero que siempre se cuela por mis bolsillos…

El escarabajo encuentra el lugar de su destino, el destello de su tenaza dorada es alentado por las voces antiguas que piden descanso…tal vez quiere aprovechar que la luna no mira y que mi puerta está cerrada por dentro…