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Bostezo fuerte y las lágrimas se cuelan por el meridiano de mi boca desatando mi pastosa lengua. Este despertar me sorprende aún metida en el agujero de la decepción, la frustración y la impotencia.
Me sorprende y no se por qué. Nada nuevo que no ocurriera ayer pero se ve que cuando consigo dormir dos horas a saltos, como narcolépsica eventual, el instinto de supervivencia hace bien su trabajo, baja los interruptores y el silencio o la no vida se adueñan de mi macabro parque de atracciones.
Despertar llorando y bostezando a la vez me hace parecer menos masculina y eso me alivia.
Este agujero, este zulo donde vivo me recuerda a aquel donde trabaja LLiviana, puta, mellada y gorda rumana de 25 años que sonriente parece disfrutar de una vida llena de pollas de todos los olores y sabores, en una habitación bajo el suelo.
La luz hepática del cubículo deja entrever aquel cuerpo de manzana con anchos hombros y grandes tetas sobre unas ridículas piernas que parten de un culo invertido.
La humedad de su sótano que decora las paredes, las sábanas e incluso el caparazón de las cucarachas también adorna de perlas amarillas el cuerpo de LLiviana. Y ella cantando entre dientes, a cuatro patas, enseña su tanga favorito, el de todos los días, que mas bien parece una cicatriz de mal cirujano incrustada en sus carnes vibrantes.
¿Por qué LLiviana sonríe feliz mientras muestra su vida de topo bajo el hormigón en el canal Odisea? ¿Por qué habla de sus raptores como de si hermanos mayores se tratara?
Un margarita bien cargado es la única flor que espera recibir cada noche.
¿Por qué ella es feliz mientras yo lloro y bostezo a la vez como una muñeca averiada? |
Texto agregado el 22-06-2008, y leído por 123
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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20-01-2009 |
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Buena narración... naiviv |
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