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veía todos los días el diario y nada, nunca salía nada importante para mi vida. todo lo que salía eran cosas interesantes, entretenidas pero allí quedaba todo. la vida continuaba y mi vida seguía arrastrándose como un tren sin freno. supe una verdad mediática que en verdad no la entendía pero la sentía profundamente, iba a morir, y eso, nada podría cambiarlo. algún día dejaría de ver las cosas que veo y no sentiría nada mas que oscuridad y la nada absoluta. recuerdo a mi padre diciéndome que todo era una "m". le escuchaba pero yo era joven y la vida tenía las puertas abiertas para mí. y ahora que estoy como mi padre, veo que todo tiene algo de su verdad, pero las palabras no son la verdad ni los textos, nada es como la vivencia personal. dejé de pensar y decidí tomarme una sopa. me senté en la mesa y la tomé, y cuando estaba por levantarme para tocar el piano, o ver la TV, escuché que alguien me llamaba desde el lugar donde solía escribir. subí las escaleras porque la sala de escritura quedaba en el segundo piso y vi que la persona que me llamaba era mi padre, ya muerto hacía mas de veinte años junto a mi madre cuando cayó enfermo de eso que le da a los viejos, o, a cualquier persona, cáncer creo que era, y lo digo así porque nunca fui a la clínica ni a su velorio, de tal manera que todos mis demás familiares me llamaron loco, gusano, insensible, etc. ¿qué deseas?, le pregunté a mi difunto padre o a esa presencia que no podía entender pero que al revés de asustarme, me daba confianza, como si fuera una parte de mi vida, o que uno de mis recuerdos se hubiera materializado. me equivoqué, me dijo mi padre para luego sentarse sobre mi escritorio y ponerse a escribir, o algo por el estilo sobre un papel en blanco. ¿qué haces, padre…?, pregunté. me equivoqué, volvió a decir, la muerte es una "m", la vida no... entonces, ¿debo de matarme?, pregunté. sonrió y dijo que no era necesario, que todo viene así como el día y el sol, que esperase pero que aceptase todo con alegría y con el corazón lleno de fe en el devenir de las cosas, pues, la vida en sí misma es maravillosa. gracias padre, le dije y luego le dejé en mi cuarto para irme a ver por la ventana las cosas que suelo ver noche tras noche y día tras día desde que mis padres me dejaron solo en el mundo, sintiendo que muy pronto sería, al igual a ellos, polvo entre polvo y, algo así como sentimientos cruzados o mezclados, o nada de todo ello... miré uno que otro auto que pasaba por las calles de mi viejo barrio. vi a un mujer que se detuvo frente a mi puerta. pensé que fuese mi madre pero no, esta era muy joven. de pronto, sacó una linterna y me apuntó hacia mí. ¿eres tu?, preguntó. no supe que responder pero me atreví a decirle que no, que no era la persona que buscaba. Está bien, respondió para luego apagar la linterna y seguir caminando hacia la siguiente casa, quedarse parada y esperar a que alguien abriese la ventana… la vi por un momento pero luego la vi alejarse sola y con su linterna apagada hasta perderse en una esquina de la ciudad… qué te parece, le pregunté a mi padre. pero ya mi difunto padre se había ido no se hacia donde, y en vez de estar él estaba una ruma de dibujos sobre mi escritorio. me fijé qué era eso y vi que era un dibujo en donde una chica joven tocaba la puerta de mi casa y con una linterna me disparaba a la cara, quemándola como si fuese de cera… me asusté y guardé todos los dibujos en uno de los cientos de cajones de mi gigantesco escritorio. salí de la sala de escribir y cuando estaba por acostarme escuché que alguien tocaba la puerta. abre, me dijo mi difunto padre. tengo miedo, le dije. no temas, a lo mas, morirás, dijo. sentí de nuevo confianza y bajé las escaleras para abrir la puerta. la abrí y no supe mas pues una luz cegó mis ojos y no pude ver nada hasta que la mañana llegó y vi que estaba tirado sobre la puerta de mi casa con varios vecinos, enfermeros y hasta niños, mirándome qué era lo que me ocurría. me levantaron, pero les dije que me había desmayado, accidentalmente. los enfermeros me guiaron hacia mi cuarto, me revisaron, y luego, me dejaron solo. gracias, les dije. y cuando estaba solo, cerré los ojos y vi de nuevo a mi padre, con la chica de la linterna y ambos, jugando a los dados. me acerqué a mi visión y vi que en cada cara de los dados estaba yo… ¿ese soy yo?, les pregunté. no, respondieron, ese ya no eres tu, ese ya se perdió… no entendí nada y abrí los ojos. me sentí mejor y seguí caminando por toda la casa hasta que cogí el periódico y todo era lo mismo. nadie hablaba de mi vida ni menos de mis sueños y locuras…


san isidro, junio de 2008

Texto agregado el 22-06-2008, y leído por 194 visitantes. (1 voto)


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