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Zanahorias Saladas


El sol está en el punto más desesperante de un cálido medio día mientras Ana corta y prepara un poco de zanahorias para la comida, lo hace mecánicamente, tiene tanta práctica que apenas y nota como el cuchillo corta la carne del vegetal que sujeta con fuerza, tiene el teléfono apoyado entre el hombro y su oído pero aun no se decide a llamar...

-Hace mucho tiempo que tengo pesadillas, hace mucho que me siento tan sola... - Al otro lado de la linea un hombre paciente y comprensivo escucha a Ana con mucha atención, no es la primera vez que hablan, pero si es la primera vez que es ella quien le pide aquellas caricias y cariños prohibidos, es la primera vez que acude a él para aceptar una propuesta que siempre ha estado presente pero nunca ha sido seria, hasta ese momento.

Ana está casada y hoy que ha decidido llamar al hombre que roba sus suspiros la suerte se le ha terminado, su esposo entra casi corriendo a la cocina, tiene la respiración agitada y el rostro pálido, la llama casi sin voz, Ana se despide sin terminar lo que estaba diciendo y cuelga el teléfono de golpe, algo pasa, por un momento piensa en la posibilidad de que su esposo haya estado escuchando por el otro teléfono y se le hela la sangre en las manos, ojalá tuviese tanta suerte.

-¡¿Qué estás haciendo mujer?! tendrías que estar cuidando que esté en su cuarto- Ana escucha los reproches de su esposo y se siente de algún modo aliviada, sí, su hijo es peligroso, sí, debería revisar su estado cada 10 minutos, pero no en este momento no le parece algo tan grave, está aliviada porque su esposo todavía no termina de hablar.

- Hablaba con César, Teresa me pidió que le diera un mensaje en caso de que no pudiera regresar... - Ana no puede dar un mejor argumento, su mente trabaja demasiado rápido para conseguir una excusa creíble, hace semanas que no habla con Teresa, no podría. - Además estaba dormido la última vez que lo revisé...-

-¡Pues ya no!- Una sola corriente helada recorre el cuerpo de Ana mientras mira muy atenta a su esposo, en espera de lo peor y no se equivoca. - Ana... Ana, Ana... Debías estar cuidandolo Ana...-

-¿Se ha escapado acaso?-

-No, pero ya no debe preocuparte la policía tampoco...-

-Pe... Pero por qué... -

-Intentó huir... Pensó que la reja eléctrica estaba desactivada... ¡Debiste estar cuidandolo Ana!, todo esto es tu culpa...- Ana apenas y se puede mantener en pie, sabe lo que esas palabras significan perfectamente, la reja era necesaria, no podían permitir que su hijo lastimara a más personas, no podían permitir que lo lastimaran tampoco.

Todo ha terminado, siente que debería llorar pero en el fondo sabe que en su mente siempre ha llegado este día, se siente libre, es extraño como dentro de ella siempre se sintió limitada por un hijo al que ama, por un esposo al que resiente.

Dentro de un tiempo las cosas se habrán calmado, podrá esperar a que su esposo esté en la ducha o durmiendo y llamar a César para planear abandonarlo.

Por un momento dentro de la parte más cruel de sus pensamientos se siente profundamente liberada, ahora puede salir, dedicarse a un amor apasionado y sin raíces, sin nada que la ate, sin la preocupación de cada 10 minutos revisar a un hijo que ha perdido la cabeza (por su culpa, bien lo sabe... ).

Pero la paz que trae conseguir aquello que la parte más cruel de nuestro ser desea no dura mucho, sobre todo cuando nada de todo lo que la ha liberado es real...

El sol está en el punto más desesperante de un cálido medio día mientras Ana corta y prepara un poco de zanahorias para la comida, lo hace mecánicamente, tiene tanta práctica que apenas y nota como el cuchillo corta la carne del vegetal que sujeta con fuerza, tiene el teléfono apoyado entre el hombro y su oído pero aun no se decide a llamar... No puede llamar, por más que desee a aquel hombre que la saca de aquel mundo en el que se siente inconforme jamás podrá marcar ese número sin rebelar todo aquello que sigilosamente oculta.

El hijo de Ana no ha muerto, es tan cruel y tan hermoso saber que sigue vivo, que sigue atada y que lo debe cuidar, que se desborda en llanto sin apenas notarlo, un llanto callado pero fluido, resbalan las lágrimas desde sus ojos para sazonar aquellas zanahorias que prepara sin apenas notarlo, que le permiten revisar dentro de su corazón y su mente. Llora porque no quiere ser liberada, todas sus fantasías existen para darle fuerza, paso a paso sabe que al siguiente día ya no serán zanahorias las que sazonará con un poco de sueños perturbados.

Texto agregado el 22-06-2008, y leído por 216 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
10-07-2008 Una muy buena idea. Creo que aún falta algo de edición, pero es un buen cuento. Saludos eride
24-06-2008 MARAVILLOSO, MAGISTRAL! Que forma más perfecta de describir los pensamientos y el estado mental en el que el amor te sumerge. Un beso *5 flormi115
24-06-2008 un cuento agil como me gusta, directo, que uno lo lee y entiende, a veces hay marras que esperamos que sean soltados por otros y somo nosotros los que debemos soltarla, te felicito, Javier mjr10
23-06-2008 Me gusto tu narración muy buena solo te puedo dar 5* JENRIQUER
23-06-2008 la narracion es muy buena, ralmente profundizas en los personajes... y sus sentimientos besos hija cuidate ofeliagala
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