Nací en Montevideo, ante el silencio
de las olas del Río de la Plata,
oh siento que ya nada reverencio,
a la conciencia el Eros la rescata.
María, la victoria de mi vida,
ha usted llegado en el momento justo;
besa mi piel de crisantemo adusto
purgando con destreza mi alma herida.
Berceuse angelical, suma belleza,
lo Múltiple y lo Uno han coincidido
en el cerúleo umbral del sinsentido,
las Horas desintegran mi tristeza...
Desde la alcoba, mágica atalaya
de los insomnios, pienso en su semblante
romántico, asumiendo en un instante
que mi angustia escarlata se desmaya.
Elévese María, la Victoria
emerge de sus vahos de zafiro;
liba su sangre el lúbrico vampiro
escondido en mis ángulos de euforia.
En un rapto de fiel Pentesilea
muestra la fusta ardiente que me atrapa,
grabando en recovecos de su mapa
erótico, una mística odisea.
Fue un huracán extático, invisible,
anárquica guerrera, un fuerte abrazo
me regaló como un eterno lazo,
subiendo al pedestal de lo sensible.
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