¡No me golpeen que estoy diciendo la verdad!, ¡eso fue lo que pasó, no hay otra versión!
Vuelvo a repetirle: anoche conversé con Fernanda, hacía varios meses que estaba buscando la manera de terminar con ella, pero ayer me decidí. Usted entienda, yo tenía veintiuno cuando la conocí, ella era una caliente mujer madura de cuarenta y cinco. Pero han pasado 17 años y sinceramente ya no me despierta ninguna emoción esa vieja gruñona y aguada. Para colmo se me metió en la vida Thaís, esa negra de piernas firmes que me desbarató cuando me asomó sus tetas grandes y apretadas. Yo siempre quería con ella, pero Thaís fue clara: tienes que dejar a la vieja si quieres probar este caramelo... Usted es hombre, oficial. ¡Sabe de qué hablo!
Fernanda siempre fue peligrosa, no en balde maneja tan bien el negocio de la coca en el barrio desde hace décadas. Yo lo sabía, por eso tuve tanto tacto para dejarla. Le dije que no la merecía, que me avergonzaba depender de ella como un chulo, que había decidido irme lejos un tiempo para construirme un futuro, que pronto volvería convertido en un hombre próspero para no estar a su sombra. Fueron unas pocas mentiras piadosas para no herirla… Ella me escuchó y lloró callada, pero después de un largo silencio me abrazó, me besó y dijo que estaba orgullosa de mi decisión. Hicimos el amor por última vez ahí mismo en la sala, y mientras se lo hacía pensaba en mi negra que me esperaba… Todo iba bien, hasta me dio una buena suma que serviría para iniciar mis negocios en el sur. Sólo me pidió hacer una última entrega.
Salí de su casa con la droga y el dinero. Imagínese Usted, ¡todo había salido redondito! En la plaza me esperaba mi negra, en la camioneta que Fernanda me regaló hace unos meses. Al llegar me extrañó que Thaís no estuviera sentada adelante, escuchando sus vallenatos. Abrí la compuerta trasera para guardar el paquete y la encontré, bañada en sangre, con los ojos aún abiertos y un balazo certero en la frente.
Me desesperé, y comencé a gritar como loco mientras la abrazaba. Entonces, por casualidades que sólo Ustedes y Fernanda conocen, apareció la patrulla y me encontró todo ensangrentado con el cadáver de mi negra. Con la droga, el dinero y la camioneta que ahora dicen que es robada.
¡Yo sé muy bien que Ustedes son parte de esto!, el policía me lo dijo suavecito al oído mientras me esposaba: -"Fernanda Quiñones también sabe mentir".
Oficial, Usted tiene cara de honesto, créame, es una maldita mentirosa… ¡Coño no se rían!, ¡Ay! ¡No me golpeen que estoy diciendo la verdad!
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