Un viento insolente, golpea el temple de la vieja casona en abandonos. Bate sus postigos inmisericorde, y se aplasta contra sus señoriales galerías.
Siempre me causo una curiosidad extrema. A metros de mi casa de crianza, casi como dominando el barrio en expansión, nos llenaba de fantasías y era compañera de juegos y aventuras para el tropel de cara sucias que habitábamos en las inmediaciones. Esporádicamente, una pareja de viejecillos asomaban los surcos de sus caras por entre el cortinaje, con gestos más bondadosos que iracundos, quejándose de la invasión que hacíamos a sus dominios. Pero estoy casi seguro que, siempre era mas para participar de nuestros juegos aun con sus bufas, que por molestias ocasionadas. Y por lo menos el hombre, aun inconscientemente participaba, por su extremo parecido a “Alfred”, el fiel mayordomo de “Batman”. Jamás habrá entendido las veces que molestamos su timbre y al abrir el inmenso portal, el grito de la banda era....”Alfred, prepara el Batimóvil rápido, nos llaman a combatir el crimen”, y entre risas corríamos escapando de una ira mal actuada. En su techo hacían nido las cientos de palomas de la plazoleta a su frente, por medio la calle. Y eran blancos de los gomerazos (hondazos) de práctica de tiro, que solíamos hacer los émulos de cazadores de patos citadinos. Viejos y añorados buenos tiempos.
Parado en su frente, casi como un autista, mis sentidos se aúnan con la herrumbrada estructura, cuando las cortinas se corren y alcanzo a distinguir dos pares de brillitos conocidos entre las penumbras. Saludo amablemente con un leve movimiento de cabeza, y tímidamente entorno los pasos y me voy, con una mezcla de sorpresa y extraña alegría.
Que bueno es saber que aun pasados mas de cincuenta años, los guardianes de la inocencia, de los juegos y las aventuras infantiles, siguen vigilantes e invitando a las fantasías, y que estarán por siempre.
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