Los extranjeros me seducen, me hipnotizan con su acento extraño, se me imaginan seres míticos que acuden a mí para aseverarme que sí existe el mundo, que los puntos cardinales sí invocan distancias y paisajes inexplorados, que los paralelos y meridianos envuelven con su maraña cuadriculada, lugares mágicos, costumbres y rituales diferentes a los que son de mi uso. Los extranjeros son aves migratorias que me invitan a volar, huelen a abismos desconocidos y a playas seculares, son reales, pero, para mí, son nada más que un enigma, seres fabulosos que sobrevuelan nuestra cotidianidad con sus alas exóticas.
-¿De qué país proviene usted?
-Yo nací en una aldea que se encuentra a orillas de un lago azul.
Y me quedo encantado ante la emergencia de aquellas eses que asoman novedosas y elegantes, las mismas eses que yo omito al hablar; son adorables esas rr y ese hablar cantadito, todo ello me permite desdoblarme y viajar a esos países extraños que he creado dentro de mi mente, con su geografía imaginada, con sus cerros y sus costas oníricas y con esa gente que vive en latitudes de fuego, o allá donde el mar es el espejo de sus existencias...
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