Día 0
- El día que todo acabe, solo te escribiré un cuento.
- ¿Nada mas?
- No
- ¿No me merezco más que eso?
- No podría darte menos
El sonido de la puerta al cerrarse coincidió con el momento en que la pluma comenzaba su danza rasgando el papel.
Y dijo…
…que ganas de besarte, morderte la boca, abofetearte, llorar y salir corriendo. Si supieras cuantas ganas.
- No te lo puedo creer.
- Aja…
- ¿Otra vez?
- Si.
- ¿Y?
- Duele mucho.
- Como si fuera la primera vez, ¿no?
- Como sal en las heridas. Pone música, yo arreglo el mate.
- ¿Qué pongo?
- No se, algo para llorar. Ya no me sale nada.
- ¿Te vas a poner a escribir?
- Escribirle, che. Casi siempre es escribirle.
No hay nada como uno de esos días grises, donde la intermitente llovizna despierta a los transeúntes amodorrados por el inicio de la tarde. Esos días son más reales que cualquiera. Y aunque en general se tenga la idea de que el gris es un color triste, a mi me llena de una alegría melancólica, de esa que te pinta en la cara una sonrisa lejana y te deja los ojos brillantes de agua salada.
Las fachadas antiguas de la ciudad de La Plata se lavan la cara elegantemente bajo el cielo encapotado y amenazante. En un día así, el único homenaje posible a tanta belleza, es caminarle las calles y regalarle toda la tristeza que quede en los rincones recónditos del alma.
De pronto, una ínfima traición: pienso en el cuento a medio camino que deje en casa. Como si una mano gigante rasgara la precaria realidad en la que me desplazo, y me arrastrara consigo hacia el lado de las cosas que no pasaron nunca, veo de lejos a dos personas. Es un día brillante. El sol baña todo, aunque haya pasado ya la hora sin sombras. Ellos dos, tendidos sobre el pasto (de un verde que hiere la vista), tomados de la mano, están hablando. Ella le dice:
- El día que todo acabe, solo te escribiré un cuento.
- ¿Nada mas?
- No
- ¿No me merezco más que eso?
- No podría darte menos.
Reaparezco en el mismo lugar, en la misma calle, solo que una gotita de agua se me posa en la nariz, tímidamente.
Sigo caminando, pensando en las cosas que le suceden a una cuando no descansa bien y abusa de la noche como compañera. Algo me llama la atención. Alguien me llama la atención. Una chica, que es igual a la del espejismo. Una chica que es igual a mí y a la del espejismo, pero con el pelo mas claro. Va caminando sola, sin mirar nada en particular y con una de esas sonrisas puesta en la cara. Una de esas sonrisas que están un poco aquí y poco de aquel lado.
Me detengo. Miro hacia enfrente, la plaza. Un hombre cruza corriendo y se gana el acalorado bocinazo de varios autonautas.
Gana la vereda y corre detrás de ella. Logra interrumpirle el paso justo cuando paso por al lado de ellos. Se quedan frente a frente, mirándose intensamente un momento comprendiendo y sin entender nada en absoluto a un tiempo…
Lo demás no lo vi, pero puedo contárselos:
- Mar, soy yo. Soy…
Lo mira un momento con los ojos grandes, verdes, llenos de lágrimas peleándose para salir.
- Creo que te equivocaste de persona, permiso.
Mar sigue caminando y se pierde entre la gente que cruza diagonal 74, hasta que su saco gris se hace parte del paisaje. El se queda mirándole la parte de atrás de los zapatos, luego mira la vereda y se arrepiente de algo. Nunca más volví a saber de ellos.
MarMaga (alias: Marianela Daraio)
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