Es temprano. Natalie aun duerme y no quiero despertarla. También los niños.
Recorro los pasillos del pequeño departamento a total hurtadillas.
Sé que no es bueno lo que estoy haciendo y es por eso que, cuidadosamente, oculto cualquier posibilidad de ser descubierto. Este es mi momento, intimo, el único donde soy protagonista y cómplice a la vez.
Somos una familia común, diría, hasta vulgar. Rutinas constantes de pequeños burgueses con más obligaciones que derechos. Mas miserias que “glamour”. Un trabajo promedio y sin desafíos. En fin, a decir de los “Pink Floyd”, “un ladrillo más en la pared”.
Este es el único momento de mi día, que me estimula, y por el que, a costa de aumentar el tiempo disponible, ya pocas son las horas de sueño o de atenciones maritales.
No enciendo la luz del pequeño cuarto de trastos y fusilerías. La intención, en definitiva, no es que el vetusto espejo devuelva la caricatura que es hoy mi imagen, sino todo lo contrario, lograr ver a través de él.
Todavía no pude descubrir como llego a mí poder.
Nadie en su sano juicio regalaría algo tan sin gracia, y en tal deplorable estado. Poco tiempo atrás llamo mi atención, entre las vituallas, como escondido pero, a todas luces, intentando ser descubierto. Algo inexplicable dentro de mí, impidió que terminase esperando el paso del recolector de basuras. Y algo más inexplicable aun, me arrastro a mirar más allá de su reflejo, disparando niveles de fantasía e imaginación que jamás creí poseer.
Desde ese día, todos y cada uno, fueron cada vez más tempraneros encuentros. Solos, él y yo.
A veces, hago desesperados intentos por no sucumbir a este ritual ya adictivo, que me va transformando paulatinamente en un ser, cada vez más, oscuro y taciturno.
Pero la visión que propone, de esta otra dimensión, es un influjo magnético, una mezcla sado-masoquista imposible de resistir.
Envuelto en devaneos y a falta de luz, tropiezo, y ante la posibilidad de ser descubierto, una corriente fría me recorre el espinazo, mas por preservar, que por temor a represarías.
Natalie es una buena mujer y mejor esposa aun, no merecería saber de mi falta de entusiasmo para con nuestra vida. De la frustración que me embarga y aumenta día a día, al ir convirtiéndome en un voyeur envidioso de este alter ego, un sosias carismático de buen vivir que espío a través de la ventana indiscreta a otro estado de tiempo y espacio. De este “yo alternativo” que habita del otro lado.
En un principio, observaba impávido creyendo que solo era una alucinación, una manifestación creada para convertir una realidad chata en otra plena.
Luego, un día me descubrió de la misma manera que yo a él, con igual sorpresa e incredulidad.
Entonces entendí, o que era real, o que definitivamente el desquicio estaba tomando por asalto mi psiquis.
En los primeros aprontes solo fisgoneábamos a hurtadillas. Supongo que tratando de dar veracidad a lo que cada uno de nosotros veía reflejado. Luego, paulatinamente comenzamos a aceptar y permitirnos espiar las diferentes realidades.
Sin saber bien como, empezó la comunicación. Fue fácil llegar a las confesiones. El, era yo mismo. Su modo de vida, era la que había soñado para mí. El intercambio de estados y acciones, termino convirtiéndose casi en un constante monólogo de su parte, y no pude reparos ni intente modificar eso, con grandes ojos deseosos, hipnotizado, sucumbía a las formas emocionantes y glamorosas de vida de este bon vivant.
Un trabajo excitante y con una por demás onerosa remuneración. Como consecuencia directa, absolutamente todos los placeres posibles, le eran concedidos a capricho y derecho. Con cada día, una historia, y con cada historia una nueva aventura, aun contadas desde una mundana humildad, iba generando en mi una insipiente envidia cada vez mas malsana e imposible de ocultar.
En los días que por eventos o citas, retrasaba su llegada, mi ansiedad en su espera solo podía compararse a la que sentía en las primeras épocas de noviazgos, cuando ante cualquier pequeño retraso en la llegada de Natalie, mis nervios rozaban la psicosis. A su llegada, escondía la ansiedad solo para no resultar tan mediocre, pero él siempre, aun con el cansancio a flor de piel, hacia un espacio de tiempo para contarme las venturas del día, y en aun hasta en las quejas no cejaba de añorar sus “problemas”.
Un día descubrí algo que desencadeno el paradojismo. En un gesto incontrolado por tocar su mundo, mis dedos se desmaterializaron a través del vidrio hacia en otro lado. Casi como golpeado por una carga eléctrica, nerviosamente comencé a probar una y otra vez, armándome de valor en cada intento, hundiendo mas de dedos a mano, de mano a antebrazo a caer en cuenta que podría ingresar completamente mi cuerpo hacia el otro lado del espejo.
Tampoco tardamos demasiado en desarrollar un nuevo juego. Era la obviedad que en cualquier momento terminaríamos en un intercambio de vidas, donde juraríamos un juego de roles cambiados y con beneficios compartidos. Cada uno de nosotros obtendría lo faltante. Para mí, los placeres carentes, para él, la paz tan lejana a su agitada existencia.
Ambos obtendríamos lo mejor de cada mundo, y en ambos, la plenitud. Teniendo cada cosa que queríamos, en el momento deseado, y cada freno a disposición también. Acción y relax. Día a día, intercambiábamos trajes, y día a día, se tornaba más difícil para mí, regresar de este viaje. A veces tardaba más de lo acordado, pero no parecía importarle demasiado. También de a poco, las cosas comenzaron a verse mucho mejor en mi casa. Natalie, brillaba, se la veía feliz y se distinguía que la rutina ya no afectaba tanto. También el cambio con los niños era evidente, el aumento en la comunicación era notable y las manifestaciones de cariño a mi arribo del trabajo eran el síntoma de la mejoría.
Todo iba cada vez mejor en ambas caras del vidrio. Era el sueño cumplido. La perfección. Lo mejor de ambos mundos a disposición y plenitud total. Tengo y tiene, mujeres y a Natalie. A necesidad, el cambio de rol. El vivir a full, y la paz de hogar. Los lujos de la opulencia y estabilidad emocional que da la tranquilidad de no estar todo el día corriendo detrás del lucro para mantenerlos.
Todo iba cada vez mejor.
El día de hoy ha sido largo y cansado. Luego de retirarme de la empresa, tome unos tragos junto a clientes nuevos de una importante empresa de exportaciones. La espectacular secretaria invita con la mirada a continuar lejos del bullicio, pero a decir verdad hoy estoy demasiado cansado. Basta por hoy. Solo quiero volver rápidamente y cruzar portal hacia la paz. Ansiosamente recorro la distancia hacia el pent-house, dejo las ropas y me siento esperando frente al espejo que él llegue a cambiar los roles nuevamente. Las horas pasan sin que de muestras de llegar. Solo veo mi reflejo cada vez con más síntomas de un acentuado cansancio. No recuerdo cuando mis ojos vencidos se cierran en la espera.
Otro día más de espera. Otro de los ya muchos.
Mi reflejo ya no es tan pleno, ni relajado. Ojeras profundas y una barba prominente, es todo lo que devuelve. Cada tanto llevo las manos hacia él, tocándolo ansioso y a la espera que este vuelva a abrirse a la otra dimensión, pero solo encuentro la impenetrabilidad de la materia como respuesta. Cada tanto arranco gritos y llantos, exigiendo la inmediata devolución de mi vida. La del otro lado. Quiero devuelta mi rutina. Mi familia. La mujer que amo. Por favor, lo quiero de vuelta conmigo.
Día a día voy perdiendo todo. Día a día, aun la cordura. Día a día, todo se va poniendo más difuso y lejano.
Ya es de noche. A paso cansino, y apenas arrastrando los pies, recorro los pasillos desde el cuarto a la sala de estar, donde paso los días. Me acurruco dentro de la bata de toalla, manchada de vómitos y babas. Apenas escapo a la guardia de enfermeras. Siempre están preocupadas por mantenerme en la cama a costa de pequeñas grageas.
A falta de espejos, me siento en la mecedora, frente a la ventana, que gracias a la oscuridad de la noche logra devolverme mi reflejo desmejorado. Y espero en silencio. Una y otra noche, espero.
No sé de qué lado del reflejo estoy, pero espero.
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