Los límites del lenguaje son los límites de mi mundo... los límites del lenguaje son los límites de mi vida… Mis límites de lenguaje son mis límites de vivir… Pero qué gran idea, qué gran frase, qué gran pedazo de filosofía…
Felicito a quien se acordó de recordárnosla… Ha de ser una hábil mente adelantada… o quizás extra-planetaria… Uuuuuuh!!! Quién sabe!!!
Me tomo del brazo de ese trozo de discurso –mas quisiera yo ir del brazo de quien se atrevió a rememorar… hubiese sido perfecto…- para dar por sentado en una silla sin base que es el maldito y hermoso lenguaje quien finalmente nos separó de los bellos y explotados animales. Ni la ciencia ni la alquimia, ni los abuelos ni los genios, ni los filósofos ni los Mc’s, ni la CIA ni los payasos… Nadie, nadie. Absolutamente nadie nos puede decir cómo surgió el lenguaje en lo que llamamos humanos. Teorías osan acercarse. Claro, por qué no, dejemos que la ciencia quiera ser la más sabia, pero no le digan que siempre está en un error… shiiiii!!! Silencio… Porque si se entera puede ser que bombardee países pequeños.
No!!! La ciencia no puede. Pero por qué ha de poder. Si nunca puede. Si todo lo que ha tratado de explicar lo ha dejado hecho pedazos y sin alma y corazón. Pero no vinimos aquí a hablar de la ciencia (perdón), sino del lenguaje. Sí. El mismísimo, el más grande, el único y determinante lenguaje. ¡Ta-ránnn!!!
El Lenguaje. El lenguaje nos crea. El lenguaje nos viste de ropas y de símbolos coactivos. Nos agrupa y nos posee. Nos determina, nos identifica, nos objetiva y subjetiva. Nos dice quiénes somos y les dice a todos quiénes somos y nos dice a nosotros quiénes son los demás. El lenguaje. El tierno, incomprendido y mal hablado lenguaje.
Dicen por ahí que algunos huesos se movieron en nuestra boca y de pronto ciertos ruidos desplazáronse por entre la garganta. Dicen que una amiga muy díscola llamada evolución soltó algunos cartílagos de unos homínidos. Dicen que sus espaldas enderezó, que sus piernas erectó, que sus tobillos transformó y que sus mandíbulas soltó. Todo eso dicen. Uf!!! Qué manera de decir…
Dicen que esas solturas uniéronse a ciertas asquerosas manifestaciones de piel, nervios y arterias y emitieron ruidos. Dicen algunos que se llaman cuerdas vocales. Dicen!!! Yo no se… Dicen que de la unión nacieron ruidos, llamadas, sistemas de llamadas, sistemas de monos extintos, salvajes hijos del demonio que se atrevían a gritar. Dicen que de pronto balbucear y soltar saliva junto a sonidos se volvió un deporte, un jovi, una actividad querida y apreciada por todos en el mundo. Dicen que ninguna masa de salvajes hombres pudo siquiera llegar a la mitad de sonidos posibles. Dicen que ni la iglesia pudo llegar a sistematizar su rango de producción. Dicen por ahí que de todos los ruidos que surgen de la boca –o que pueden surgir- ninguno de nosotros, ni chinos ni esclavos, ni los mismísimos Arios pueden hacerlos todos.
¿Y entonces que quedó al ser humano, al indefenso ser humano? Agruparse. Agruparse en cantidad de feos y horribles creaciones dependiendo del tipo de ruido que podían hacer. Sí. Agruparse a ver qué pasaba. Qué pasaba con aquel que podía mover la boca al igual que yo. ¿Podía quizás ayudarme a cazar? ¿Podía quizás ayudarme a inventar a Dios? ¿Podía aquel peludo y funesto hombre de mal aliento ayudarme a creer que había descubierto el fuego?
Oh!!! El lenguaje… No se nada del lenguaje… Sólo se lo que dicen. Pero se dice a través del lenguaje… Dicen incluso que nuestros futuros hijos de nuestros bisnietos no utilizarán el lenguaje… Eso dicen… |