Inicio / Cuenteros Locales / Exclusivof7 / Sensación de Ausencia
Un poco de lodo en los pies no impediría que aquella niña entrara en la casa. Había una fuerte vibración en la ventana por motivo de unos golpes constantes que alguien daba contra la pared. Ya se disipaba un vapor de humo que provenía de la parte posterior pero aun seguía la molestia de unas moscas. El agua estaba cerca de aquel vapor de humo pero a Pilar le incomodaba más el lodo que el humo. Parecía que en ese momento el patio estaba solo, ausencia total de ojos que miraran. Además del lodo que tenía en los pies, parte de su muslo izquierdo, próximo a la ingle, también tenía pequeños pedacitos de lodo seco y debía quitarlos de inmediato.
Así que no tomó ninguna precaución al momento de descubrirse el muslo para quitarse el lodo. Muy rápido se lavó y volvió a bajar la falda para cubrir sus piernas. Se quedó un momento más en el patio y en ese momento apareció Gerardo. La saludó con efusividad y entonces le dice que menos mal y la vio a tiempo. Con curiosidad pero manteniéndose totalmente impasible le pregunta –– “¿y eso por qué? ¿qué ibas a hacer si no me hubieras visto?” con una voz baja y retirándose un poco de ella contesta –– “tengo ganas de orinar y estaba a punto de hacer junto a esa mata” Entonces ella se retira para no mirarlo y así permitir que el jovencito orine sin su presencia.
Cuando estaban el parte del frente de la casa, hablaron de muy diversos temas. Pero Gerardo no podía confesar que había mirado el muslo de Pilar. Eso lo avergonzaba y temía que ella se sintiera mal por eso. A pesar de las cosas que se guarda con respecto a ella, le permite acercársele para que le cuente algo al oído. Ya Gerardo tenía que regresar a su casa, sin embargo tuvo tiempo de aceptar que pilar lo invitara a un vaso de jugo. Se lo tomó muy despacio para seguir mirándola. Fue entonces cuando ella rompió con ideas absurdas y lo abrazó. Tras el abrazo Pilar colocó algo en la mano de Gerardo para luego tomarse la gentileza de acompañarlo.
A partir de ese momento les tocaba resolver una interrogante y era si la atracción que había entre ellos era firme o pasajera. Desde la perspectiva de Gerardo era aun temprano para iniciar una conquista. Pero el recuerdo de aquellos muslos que una vez absorbieran sus ojos ahora estaba absorbiendo su talante. Ni siquiera podía decirse a sí mismo si le gustaba o no Pilar lo suficiente como para proponerle una amistad más cercana. Y por su parte Pilar sí se sentía muy identificada con la aparente ingenuidad de Gerardo, al punto que deseaba estar aunque fuera un momento dentro de él para que la conociera bien. Sus ideas eran vacilantes y opuestas a una necesidad de correspondencia y cariño.
No sería sino como una semana después de eso que Gerardo notaba a Pilar cada vez más nerviosa e intranquila y mirándolo con muchísima curiosidad y atención. En cada oportunidad que tenían de dialogar Pilarcita estaba que la dominaba algo extraño que a veces no la dejaba hablar con naturalidad o en forma espontánea. Gerardo mantenía mucho control de sus movimientos para parecer que no se daba cuenta de la conducta de su amiguita que tomaba un matiz de intensidad hacia una posibilidad más estrecha. Hasta que se llenó de fuerzas y decidió hablar con Pilar en privado. Pilar lo miraba con tanta atención que sus ojos no se apartaban de la cara de Gerardo pero su pensamiento no fluía.
Por lo lejos de la mirada de Pilar, Gerardo suponía que ella no lo oía aunque él le decía lo que ella más ansiaba oír de él. Cuando él terminó de hablar ella como que regresó de otro lugar. Lo único que salió decirle fue: “Amor, sé que tenemos mucho de qué hablar. Pero vamos a hacerlo en un momento en que me sienta más dispuesta” Gerardo prefiere no entender que es eso de “mas dispuesta” pero lo cierto del caso es que a partir de entonces descubrieron que sí era posible que hubiera algo más estrecho entre ellos. Es más, desde ese instante y en lo sucesivo Pilar se volvió más cariñosa con Gerardo quien la correspondía con elegancia.
Ahora Gerardo se daba cuenta de lo importante que le resultaba prolongar su permanencia en aquellos alrededores cerca de Pilar. Era un fenómeno genial lo que había acontecido. En una ocasión que se dio por acaso, Gerardo tomó en sus brazos a Pilar de forma tal que la levantó. Es decir la cargó y la tuvo así unos momentos. Ya no era algo ligero sino un hecho de vital significado para ambos. Los dos se dieron cuenta de lo que se estaba desarrollando entre ellos y estaban dispuestos a hacer lo que fuera posible para cristalizar la más bella de las ideas. No había momento de sueño en el que Pilar no soñara con Gerardo e igual Gerardo con Pilar.
El sueño se cumplió cuando después de una secuencia de momentos de zozobra en la que ambos se sintieron muy presionados por las circunstancias, Pilar invitó a Gerardo a que la acompañara a un viaje fuera de aquellos entornos. Fue ahí cuando aparte de mirarlo nuevamente con ojos fijos y absortos, Pilar escuchó a Gerardo repetir la declaración que algunos meses atrás le había hecho. Estas palabras como que la derretían por dentro y despertaban en ella una curiosidad por una compenetración más afectiva de la que ya existía. Fue entonces cuando por primera vez a Pilar se le ocurrió preguntar a su amigo del alma qué pasaría si mirara su cuerpo. El refiere que ya le vio los muslos.
Después de decirle que eso fue algo que lo llenó de pensamientos hacia ella. Ella le aclara que en ese momento ella no lo sabía. Pero que ahora quería estar conciente de que él la miraba. Con esas propuestas llegaron a una casa de familiares de Pilar en donde pasaron ratos de lo más amenos y emotivos. Una noche en la que nuevamente estaban solos se besaron y se expresaron todas las inquietudes que ya se habían confesado en oportunidades anteriores. La diferencia es que en este momento estaban en absoluta intimidad. Inevitable fue que la compenetración llegara al clímax. Entonces sí entendieron que era definitivo lo que había entre ellos por lo que ahora se preparaban para una unión.
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Texto agregado el 19-06-2008, y leído por 121
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