Hace poco escribí una carta
pidiendo piedad a mis pesares.
Te dije que mi amor era una rosa
plantada a la orilla de los mares.

"Rosa dichosa vive!
guarda tu fulgor hasta mas tarde!

(eso le dije a la rosa)"

Hace poco te escribí una carta
cantando la prosa de un jilguero.
Abrí mi corazón por completo,
dejé entrever un dulce beso.

Más no te pedí que esperaras...
ni te dije que habia muerto.
No te condené a que guardaras
cautivo al amor en un cesto.

Simplemente yo te dije,
esperando tu lamento:
"Contéstame esta, mi carta,
para saber que lo sabes,
que en un tiempo no muy largo,
cuando las nubes del cielo,
dejen por fin que el sol cante,
yo seré tuya de nuevo.
Guarda en tu amor esta carta,
y escríbeme solo esto,
(si no salen más palabras):

Amor, tu voz he escuchado"
(me conformaba leerlo).

Y al fin, rotas dos promesas
o dos encuentros,
(como quieras tú leerlo):

La primera es tu visita:
Conocer mi mundo entero
un día de esta semana...
(ya veo que es algo muerto).

La segunda es el regreso
de una carta que entregué,
para que vieran mis ojos
que lo malo ya se fué.

Y hoy mis ojos despiertan
recordando aquel presagio
que mi alma me auguraba
y al que yo no le hice caso.

Ahora estoy muy dolorida,
pasando un humilde rato,
releyendo los poemas
que te escribí en el pasado.

Ya ni a la muerte venero,
¡no quiero ya sus abrazos!;
solo quiero que las cosas
surjan como oro en un paño
y esclarezcan mis deseos
y mi vida brille de nuevo...
pues siempre fuí mariposa
que fulgante alzaba el vuelo.

Más el pesar que llevé
desde siempre en mis adentros
nunca dejóme ver claro
la verdad de este sentimiento

Y ahora esta mariposa
quiere volar hacia el cielo,
y ten claro y bien seguro
que aunque te siga queriendo
(egosita quizás, por mi parte)
me amo más a mi misma
que a seguir viviendo en un sueño.

-Con todo mi amor y respeto-