Ángela fue Ángel guardián mil trescientos años antes de pasar a ser recepcionista del Purgatorio, donde su destacada labor le valió el ascenso a recepcionista del Paraíso, cuatrocientos años después.
Ángela estaba sentada en su blanco escritorio revisando los cientos de curriculums (o curricula, en latín) que llegaban día a día proveniente de las personas que pretendían ganarse un lugar en el Paraíso.
Era un día cualquiera, de un mes cualquiera, en un año cualquiera, en cualquier siglo. Sonó el teléfono. Ángela sacó un aparato telefónico del cajón de su escritorio y contestó.
-Paraíso S.A. buenas tardes.
-Ángela-. Dijo una voz al otro lado-. Soy Rafael, necesito que vengas a mi oficina de inmediato.
-Enseguida, Don Rafael-. Dijo Ángela, cortó y arrojó el teléfono en un basurero.
Se puso de pie y fue hasta la oficina rotulada en la puerta “Arcángel Rafael, Recursos Angélicos”. Llamó a la puerta y entró.
Rafael estaba sentado en un escritorio tan blanco como el de Ángela. Se puso de pie y le indicó a la recepcionista que tomara asiento.
-¿Necesita algo?-. Preguntó Ángela.
-Te llamo por un asunto puntual-. Dijo el arcángel.
Ángela lo miró en silencio.
-Tú llevas bastantes siglos con nosotros-. Comenzó Rafael.
-Veintidós y medio-. Agregó Ángela, orgullosa.
-Exacto-. Asintió él-. Y has estado en las buenas y en las malas, casi desde el principio.
Ángela se puso sería. Tenía un mal presentimiento.
-El punto es... -. Dijo Rafael-. Que las cosas no han andado tan bien los últimos siglos.
-Entiendo.
-Las razones son varias; fue muy mala propaganda lo ocurrido durante la edad media, por ejemplo, además está lo de los asiáticos, que están entrando fuerte en el mercado occidental.
-Sí, Don Rafael-. Dijo ella-. La reencarnación está cada día pegando más fuerte.
-Sobretodo con los jóvenes.
-Tanto dibujo animado japonés-. Dijo ella, alzando las cejas.
Rafael asintió en silencio. Ángela notó que estaba incómodo y decidió ayudarlo un poco.
-¿Puedo preguntar algo, Don Rafael?
-Claro.
-¿Me está despidiendo?
Rafael se acomodó en su silla y aclaró su garganta. Miró a Ángela a los ojos y asintió en silencio.
-¿Por qué?-. Ángela lo disimuló muy bien pero estaba al borde del llanto.
-Necesidades de la empresa-. Dijo Rafael-. La junta de Tronos se reunió la semana pasada y acordó una serie de despidos masivos y algunas recontrataciones.
-¿Y yo estaría dentro de las recontrataciones?-. Preguntó Ángela, esperanzada.
-No-. Dijo Rafael y se apuró a decir-. Puedo darte las mejores recomendaciones para que no tengas problemas en encontrar otro trabajo.
-¿Me despide después de más de veinte siglos de servicio y ahora me manda al Infierno?-. Preguntó Ángela, sin poder aguantar su llanto.
Rafael se puso de pie y le ofreció un vaso de agua a Ángela. Apoyó las manos en sus hombros.
-Créeme que lo siento mucho-. Dijo.
-Yo también-. Dijo ella.
Ángela se puso de pie y secó sus lágrimas.
-¿Cree usted que en el infierno reciban una ángel cesante y con experiencia?
-Bueno-. Dijo él, volviéndose a sentar-. En confianza te diré que incluso a mí me han llamado algunas veces.
Ángela logró sonreír y le tendió la mano a Rafael.
Al salir de la oficina, Ángela dio un último vistazo a su escritorio, que ya estaba ocupado por una nueva recepcionista. Se quitó las alas del uniforme, las dejó juntó a un montón de otras alas que estaban junto a la puerta y se fue...
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