No se si te digo lo suficiente, o si a veces callo y solo te miro.
Para evitar este dilema mejor te cuento un cuento mientras me imagino acariciando tu pelo.
Había una vez una princesa que vivía en un mundo de caramelo. Que era hija y hermana, que jugaba entre los cerezos y que reía sin parar con las ocurrencias de los patos y las ranas del estanque, que venían hasta ella a contarle historias de otros reinos de otros sabores. Y hablaban del reino del chocolate y de el de algodón de azúcar y a veces de el de fresas con crema. Y ella vivía así, soñando con palacios de cristal y creando en su corazón ilusiones para creer y sonreír. Sabia que faltaba algo, pero no sabia que. Y aunque a veces ese pensamiento asaltaba su mente, se distraía entre las flores y se olvidaba de todo lo demás.
Y un día se perdió, caminaba sola por el bosque y se olvido de regresar. Creció y dejo de jugar y soñar. Conoció los miedos y los cucos. Se convirtió en algo que no era. Ya no se escondía bajo la mesa, ya no saltaba en los charcos ni escribía poemas.
La vida le regalo un niño que le hizo sentir entera, pero aun así le dolía el alma, el alma y la piel entera.
Vivía en una cueva lúgubre, llena de tinieblas y alaridos. De telarañas y vagos gemidos. Protegía a su niño y le pintaba cuentos en la pared para que crezca y se vuelva fuerte, para que viva y sea feliz para siempre.
Y un día, al fin escapo. Se llevo su niño y corrió. No le importo a donde iba solo salió. Y recordó quien era ella. Volvió a ser hada y princesa, voló con el viento y en el vuelo se encontró con un ser igual a ella. Con un príncipe de sueños, que de carne estaba hecho. Con un señor verdadero que se enamoro de ella. Que le trajo la luna en una noche de tres estrellas. Y se quisieron los dos. Se amaron como el sol ama la tierra. Se cobijaron y se dieron mil besos de luna llena. Y si, este cuento es de los buenos y de los que dejan huella y por eso el amor les dio como regalo otra estrella Y con las tres que ya tenían llenaron su casa bella. Y así vivieron felices, para siempre y de a de veras. Y así se acaba esta historia entre flores y lunas nuevas.
Y yo mi amor te dejo, que las lagrimas me llenan, y no de tristeza, no, solo de esperanza, fe y la plena felicidad de que estas aquí a mi vera.
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