Caminaba hacia mi trabajo, por las mismas veredas de todos los días. Escuchando los mismos ruidos y casi casi pensando las mismas cosas. Uno de esos pensamientos se instaló en mí como un grito. Como una de esas palomas que se posan sobre los cables de electricidad de aquella esquina, en una hilera que parecen respetar en el orden que a cada una de ellas le corresponde. Si pudiera identificar una a una esas palomas estoy seguro de que podría comprobar que ocupan siempre un lugar determinado, es por eso que a veces hay espacios vacíos, seguro ese espacio será de alguna que he visto aplastada en el asfalto hace unos días. Ninguna ocupa el lugar de la que ya no esta. Así se instaló esa idea en mi mente esa mañana, no era una idea más era un pensamiento fuerte que al mismo tiempo de instalado supe que debía comunicarlo. ¡ Pero no a cualquiera !. Faltándome pocos metros para llegar a la oficina me dí cuenta y supe con certeza que no encontraría en ese lugar nadie a quien pudiera confiar mi pensamiento reciente, ese que se había instalado en mí, para quedarse allí en ese único lugar que había ocupado en mi cabeza. Yo sabía que si bien no podría confiar en persona alguna de los que vería en instantes, los minutos y las horas jugarían en mi contra. El pensamiento debía ser contado y compartido antes de que este creciera tanto que cayera por su propio peso. El estruendo que produciría al caer podría asemejarse al de la explosión de Chernobyl, lo que significaría que todos a mi alrededor lo sabrían. Esos necios que me rodean se reirían no entenderían nada. De manera que mi tarea sería aquella mañana evitar que esto sucediera pero al mismo tiempo no iba a descansar buscando la forma de hacerlo salir a la luz. Después de pensar eso me dije a mi mismo..Tranquilo ¡! ..Se que no estoy Loco. Todo lo contrario los locos son estos que están a mi lado mirándome como si supieran que escondo algo. Claro que tenían razón, yo algo escondía, pero no era cualquier cosa, era algo que ellos no podrían averiguar ni aún con varios días de tortura. Ni física ni psicológica. Pensar esto me aterró por un instante, ya que imaginé que la forma en la que me torturarían sería atándome a una silla en el preciso instante en que se hiciera el horario de salida y me conectarían a un equipo de sonido que solamente reproduciría la voz de mi jefa hablándome sin parar. Eso sin duda sería difícil de superar. Por eso tenía que apresurar las cosas. Llamé a mi amigo por teléfono y le dije:.. tengo algo que contarte, veámonos a las dos de la tarde en el café… ¡No puedo ¡ ..Me dijo. Escúchame –le grité- Esto es urgente, lo mas urgente que puedas imaginarte. De acuerdo –contestó el- Allí estaré. Los minutos fueron interminables hice mis tareas lo mejor que pude, tomé mate como nunca antes, casi no pude mirar a los ojos a ninguno. Pero el momento llegó, salí de la oficina a las dos en punto y corrí las dos cuadras que me separaban del café. Entendí que mi llamado había sido lo suficientemente convincente ya que mi amigo ya estaba sentado en la mesa que habitualmente ocupábamos. Me senté junto a él, lo saludé dándole mi sudada y nerviosa mano. Y le dije, ante su asombrada mirada: Verás amigo, creo haber llegado a un punto sin retorno. Absolutamente ninguno de quienes trabajan con migo en la oficina es capaz de hablar o hacer comentarios sobre fútbol, ya no se que hacer. Y como si todo eso fuera poco esta mañana tuve un pensamiento. Creo que mi cerebro está sufriendo una mutación… Si ¡ tal como lo escuchas..se me está transformando en una pelota de fútbol…Y creo que cuanto antes tendré que engrasarla e inflarla un poco. |