Para los que no saben nada de que es Y2K paso a comentar. Se decía que al llegar al año 2000 las computadoras del mundo colapsarían trayendo posiblemente el fin del mundo. En su momento esto fue un verdadero temor para cierta parte de la sociedad, pero al fin y al cabo el 1 de enero del 2000 no trajo problemás de mayor importancia. Aquí les daré el gusto de leer lo que pudo haber pasado, claro, si las estimaciones de los pesimistas de la época fueran ciertas.



La noche fría hacia empañar el vidrio por el que miraba, eso no impedía que se vieran sin problema algunos de los copos de nieve cayendo incesantes sobre la vereda, perturbados solo por las casuales corrientes de viento. Con sueño ya y levemente apoyado sobre el marco de la ventana se van cerrando mis parpados. No llego a conciliar el sueño cuando soy llamado por Hector
-Faltan solo unos minutos.
-Allí voy. –Respondí alejándome del vidrio y tomando una copa de champagne de la mesa.
Parecían todos alegres pero yo me notaba algo preocupado, no sabia que esperar. El ambiente era agradable, comida sobre la mesa y el televisor esperándonos para acompañarnos en nuestra cuenta regresiva. El gato descansando sobre el sillón, ajeno a todo lo que ocurría allí, y el reloj acercándose con sus agujas a las doce en punto. Ya todos con sus copas en la mano Diana procede con la cuenta regresiva a la par del televisor.
-5, 4, 3, 2, 1, Feliz año nu… -Interrumpida inesperadamente por un fuerte ruido de explosión al unísono del corte de luz. Todos dejamos las copas sobre la mesa y nos miramos, buscando una explicación que evidentemente nadie tenía.
La habitación seguía algo iluminada por el hogar prendido, el silencio era absoluto y nadie se atrevía a romperlo. Desde aquel sonido símil a explosión el ambiente cayó. Nos acercamos despacio hacia la ventana y observamos. Todas las casas sin luz, muy oscuro, solo la luna se encargaba de iluminar aquellos rincones que podía alcanzar. Igualmente parecía todo normal, nada que llamara la atención. No nos quedamos contemplando el ambiente mucho más cuando ya habíamos prendido unas cuantas velas. Ignoramos el corte de luz y luego de unos minutos de hablar al respecto la charla tomó otro rumbo.
-Alguno de ustedes escucho sobre Y2K? –Pregunté, talvez para saber si no era el único que pensaba en ello.
-Yo si –Dijo Hector- pero creo que preocuparse por eso es en vano, sinceramente creo algo exagerado que el mundo se caiga a pedazos. Se que dependemos en gran medida de las computadoras pero… igualmente así me parece algo imposible.
Ines y Diana permanecen calladas, seguramente también sabían algo de lo que hablábamos. Pero inteligentemente no prefirieron acotar nada.
Preferí no alargar la charla sobre este asunto así que me retire a dormir, el resto me siguió. La casa de Hector era grande, me tuvo que guiar a mi habitación. Él descansó en la cama continua a la mía y las mujeres en el otro dormitorio, quedaba justo enfrente al nuestro. El cuarto en el que estaba no era muy grande, pero tenía lo que quisieses. Un gran librero contra la pared, contiguo a la puerta, estaba repleto. Dos armarios y una ventana enriquecían aun más el lugar. Nos acostamos. Veo el reloj de péndulo que estaba frente mío, 12.40. Se cierran mis parpados… duermo.

Las cuatro marcaba ese mismo reloj cuando me levanté. Aun todos durmiendo. Me acerco al librero que seguía llamando mi atención desde que llegue. Leo algunos de los títulos. Libros de física, química, electrónica, mecánica, inclusive nanotecnología. Era de esperarse estando en la casa de un ingeniero, al parecer bastante aplicado. Me sorprendió haber encontrado un libro que no entraba en los grupos anteriores. Julio Verne, viaje al centro de la tierra para ser exactos.
-Encontré su debilidad, la ciencia ficción –Dije casi en silencio junto con una pequeña risa.
Me voy a la sala principal y me siento en un sillón junto al fuego. El gato sube a mi regazo. El vidrio seguía empañado pero aun se podía ver hacia fuera, todo parecía normal. La luz no había vuelto pero no es algo que en verdad me importara, me sentía cómodo en las penumbras. Estaba por dormirme en ese sillón cuando algo choca contra el vidrio, parecía en pájaro, pero había algo curioso en él. Se veía en su espalda, entre las alas, un pequeño transmisor. Abrí la ventana y tome al ave, todavía algo aturdida. La puse en una jaula esperando que, al otro día, Hector pudiera decir con más exactitud de que se trataba ese transmisor.