Durante toda la historia de la humanidad el hombre ha intentado desarrollar sus dones. Hay gente que ni siquiera conoce la existencia de estos, otros la rechazan. En las diferentes iglesias te enseñan cuales son y siempre se escucha de los llamados curanderos y brujos.
Hay personas que creen haberlos desarrollado pero no siempre son bien utilizados. En estos casos sucede que no han desarrollado el don más importante que poseemos y que es el AMOR.
Cuando se ama al agua esta se energiza, y se vuelve pura, bella y hasta sanadora. Cuando le das amor a una flor esta te devuelve belleza. Cuando le das amor a un animal te devuelve más amor, que se percibe en su fiel compañía o en el brillo de sus ojos cuando te ve. Porque el amor no lo percibe solo el ser humano, si no todos y todo lo que habita el mundo.
El amor es libre, no tiene condiciones ni pretextos, vive en las cosas pequeñas y reina en todos los seres.
Todo lo que nace del amor es eterno porque proviene de Dios.
A veces amar es una de las tareas más complicadas, al amar corres el riesgo de morir por no ser amado. Un “No te quiero”, la indiferencia o el sufrimiento del otro se convierte en un puñal para el alma. Es más fácil decir “Te odio” que decir “me duele que no me ames” y sentir y vivir el dolor que eso implica. Sin embargo más allá del riesgo a sufrir ese dolor o volverlo a sentir una y otra vez, vale cada lágrima, cada puñal el darlo. Porque te eleva, te conecta con Dios y con el mundo. Y cuando este amor vuelve a uno, te explota el corazón de felicidad.
No me refiero con esto a amar a los conocidos, tus plantas o tu mascota, si no a todos los seres y todas las cosas. Porque todos somos uno. El mundo en si es un espejo y cuando amas a otros te estás amando a vos mismo de una manera pura y honrando la vida.
Todos somos instrumentos de Dios y debemos desarrollar este don tan precioso para que a través de nosotros él pueda mejorar el mundo.