Un veterinario que volvía de la Feria, sin ninguna intención por hacer camino, a la salida de un pequeño pueblo, se detuvo en la Fonda. Un granjero, criador de una numerosa piara de cerdos, se acercó a la mesa, donde el veterinario, indiferente y sólo, tomaba su café.
---, Escúcheme, le sorprendió. Quiero decirle que le estoy muy agradecido por haber salvado de la epidemia mi granja de cerdos. Ha salvado usted mi patrimonio, mi familia, incluida mi honradez. Quiero darle las gracias.
El veterinario, sorprendido por el agradecimiento que, por segunda vez, le mostraba el granjero manifestó que, lo que había hecho no tenía ningún mérito, pues a parte de otras consideraciones, era su trabajo.
---, De acuerdo. Si deseáis aceptarlo con esta naturalidad, ya me está bien. Pero os lo quiero agradecer. Tomad lo que deseéis, que pago yo.
---, No hace ninguna falta – habló el sorprendido veterinario – De todo el pueblo nada más vos sentís agradecimiento, los otros no han tenido tanta suerte.
---, Dejad a tranquilos a los demás. El que os debe agradecimiento soy yo.
---,Yo también os doy las gracias- hubo de responder el veterinario-
---, De ninguna manera, - insistió el propietario de la porqueriza -; os quiero hacer un presente.
---, ¿ Un presente ?
---, Es lo menos que puedo hacer...
---, No hace falta hombre. No os lo toméis tan a pecho.
---, Mire, siguió aquel peculiar campesino, yo soy viejo y hace muchos años que padezco del corazón, y...todavía...tengo... otro problema .
---, No sufra que vivirá más de cien años, siguió bien amable el sanador.
---, Que Dios os escuche. Vos si que sois joven y estáis bien sano.
---,Por cierto, preguntó el técnico ¿ qué problema tenéis?
---, Es un problema que nunca en mi vida había pensado que podía padecer, medio rió el otro. Y de inmediato, con un acercamiento intencionado y malicioso le preguntó.¿Qué haríais su os hubieran tocado dos cientos millones de pesetas.?
---, El joven veterinario, con una risa desbocada, observando la mirada de complicidad del granjero, no sin esfuerzo, intentaba descifrar el propósito de tan extraña interrogación. Luego de un segundo, con un tiento desmesurado para no herir la sensibilidad de su inefable interlocutor, fue capaz de responder: la mitad os la cedería a vos.
---,Eso mismo he pensado yo. El pasado viernes me tocaron. A continuación le alargó un papel que se había sacado del bolsillo diciendo: aquí tenéis un talón de cien millones de pesetas.
El veterinario que despreocupado, sorbía el último trago de café, lanzó un soplo hacia delante, y se quedó inmóvil.
A veces, la suerte de los otros, resulta ser una dramática desgracia.
Ante semejante e inesperada circunstancia, el dadivoso granjero, se hizo cargo de las costosas exequias, eso sí.
Robert Bores Luís
P. de A. – T -15-06-2008
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