-La prima Claudia tuvo mellizos-. Dijo Laura, terminando su último trozo de carne.
-¿Cuántos tiene ya? ¿Cinco?-. Preguntó Aníbal-. Y no le digas “la” prima. Es tu prima no mía.
-Está bien, “mi” prima. Y tiene seis ¿No te dije que tuvo mellizos?-. Replicó ella.
-Bien por ella, supongo-. Dijo él, terminando su almuerzo.
-Pensé que podíamos ir a verlos. Las visitas son hasta las seis-. Laura comenzó a levantar los platos vacíos de la mesa.
-No puedo-. Dijo Aníbal, sin moverse de su silla-. Tengo que entregarle a Romina los temas que faltan para la obra el martes en la mañana y me faltan cuatro... Sabes como se pone cuando algo se atrasa y ya estamos atrasados.
Laura dejó los platos en la cocina y volvió por los vasos y el servicio.
-Pero hoy es domingo-. Alegó desde la cocina-. Llevas dos semanas metido entre el teclado y el computador. Te acuestas cuando yo me levanto a trabajar. Deberías tomarte el día libre.
-Cuando se trabaja con plazos fijos no existen los días libres hasta que todo esté terminado-. Dijo Aníbal, poniéndose de pie y sentándose frente al teclado electrónico.
-¿Trabajo?-. Preguntó ella, irónicamente, mientras sacaba el mantel de la mesa-. ¿Y cuando te pagan?
Aníbal la miró, molesto.
-Sabes que todavía no hay dinero, por lo menos hasta que la obra esté en cartelera.
-Ah-. Dijo Laura, murmurando algo más que él no entendió.
-¿Vas a ir a ver a tu prima?
-Creo que sí-. Dijo ella, comenzando a lavar la loza-. No tengo nada mejor que hacer.
Aníbal comenzó a tocar el teclado. Era una balada. No tenía relación con la obra de teatro.
-¿Te gusta?-. Preguntó-. Me falta hacerle la letra.
Laura no contestó. Aníbal la miró desde el teclado.
-¿Qué te pasa ahora?
-La prima Claudia tiene seis niños, mi hermana tiene cuatro, mi hermano también tiene cuatro-. Dijo ella, saliendo de la cocina.
Aníbal la miró de arriba abajo.
-¿Te molesta no contribuir con tu clan todavía?-. Preguntó él-. Y no le digas “la” prima. Es tu prima no mía.
-¿Cuál es el problema de querer tener un hijo? Llevamos seis años juntos, tres años viviendo solos. No entiendo.
-Esto ya lo conversamos-. Dijo Aníbal, molesto.
-No, no lo hablamos-. Dijo Laura-. Tú lo decidiste.
-No podemos tener hijos-. Dijo él-. No todavía.
-¿Por qué no? Ya casi tenemos treinta años, podemos mantener un hijo. Ambos trabajamos ¿Qué estamos esperando?-. Dijo ella, sentándose en el sofá y encendiendo un cigarrillo.
-No estamos listos.
-Tú no lo estás quizás, yo sí.
-¡Entonces embarázate y ten un hijo si tanto te preocupa!-. Gritó Aníbal, poniéndose de pie.
-¡Quiero un hijo contigo no para mí sola!
-¿Estás segura?
-¿De qué?
-¿Por qué quieres tener un hijo?
-Porque así debe ser, para eso estamos aquí. Para relacionarnos, amar, tener hijos...
-Creced y multiplicaos-. Dijo Aníbal, sentándose de nuevo y mirándola a los ojos.
-Exacto-. Dijo Laura, más tranquila.
-¿Y cuando empezamos a crecer?-. Preguntó él.
Laura lo miró en silencio.
-No podemos tener hijos todavía-. Dijo Aníbal-. Sabes lo que yo hago y no me refiero al maldito trabajo de ocho horas diarias, seis días a la semana, hablo de mi arte. Mi música. No estoy listo.
-Nunca estarás listo-. Dijo ella.
-¿Qué quieres decir?
-¿Qué significa crecer para ti? ¿Cuál es el limite? ¿Cuándo termine la obra de teatro? ¿Cuándo seas famoso? ¿Cuándo termina alguien de crecer?
Aníbal la miró en silencio. Laura siguió hablando.
-Estás casi llegando al límite de la obsesión. Te preocupas tanto de la persona que quieres llegar a ser que no te preocupas de la persona que eres ni de los que te rodean.
-No digas que no me preocupo por ti-. Dijo Aníbal-. Te amo.
-No se nota.
-¿Por qué crees que hago esto? ¿Por mí solamente?-. Preguntó él, poniendo las manos en el teclado-. ¿Qué futuro puedo ofrecerle a un hijo si no estoy satisfecho conmigo mismo? ¿Cómo puedo ser un buen padre si ni siquiera soy una buena persona?
-¡Eres una buena persona!
-¡No, no lo soy! Soy una farsa, una mentira, un reflejo de lo que mi padre quiso que fuera-. Aníbal se golpeó el pecho mientras hablaba-. Este no soy yo, no realmente. No puedo pensar en traer un niño al mundo hasta no liberarme a mí mismo.
-¿Y donde estás? ¿Cómo puedo ayudarte?-. Preguntó Laura.
Él volvió a tocar el teclado.
-Aquí estoy-. Dijo-. Este soy yo. Mi obra soy yo. Mi esencia está en mi música y por ella seré eterno. Mi inmortalidad está en mi obra.
-¡Ya deja de decir eso! ¿No te das cuenta que no vas a ninguna parte? Debes tratar de equilibrar al cronopio y al fama. Tu inmortalidad también está en tu descendencia.
-¡No estoy listo!-. Gritó Aníbal, poniéndose de pie y dándole la espalda a Laura.
-¡Nunca lo estarás si sólo esperas!-. Gritó ella, también poniéndose de pie y yendo a la habitación-. ¡Demonios! ¡No soporto verte cuando te pones así!
-¡No soporto oírte cuando empiezas con esto!
-Desearía tanto no verte ahora-. Dijo Laura.
-Desearía tanto no oírte ahora-. Dijo Aníbal.
Ella salió de la habitación con una cartera. Miró el living comedor y vio que Aníbal no estaba. Se asomó al baño pero tampoco estaba ahí. Ni en la cocina. Miró la puerta de calle y vio que todavía estaba con las llaves puestas. Se dio vuelta asustada.
-¿Dónde estás?-. Preguntó. Nadie contestó-. ¿Así nos divide multiplicarnos?
Se sentó en el sofá. Estaba sola.
Aníbal volvió a sentarse frente al teclado y paseó las manos sin presionar las teclas. Cerró los ojos. Comenzó a tocar la balada pero se detuvo. Miró hacia la habitación y se puso de pie. Llegó hasta la puerta y miró que Laura no estaba ahí. Tampoco estaba en el baño ni en la cocina. No la había oído salir y las llaves estaban aún en la puerta. Se sentó y comenzó a tocar la balada.
Fue en el tiempo
Que éramos dos
Y una orden se nos dio
Creced y multiplicaos
Fue palabra de Dios
Multiplicarnos
Nos divide
Y crecer nos aleja
A ti y a mí.
Y una orden tan sencilla
Aquellos no entendieron
Y fueron tantos que
Multiplicarse los dividió
Fue palabra de Dios
Multiplicarnos
Nos divide
Y crecer nos aleja
A ti y a mí.
Y aquellos que crecieron
A los otros despreciaron
Ellos solos se quedaron
En sí mismos
Fue palabra de Dios
Multiplicarnos
Nos divide
Y crecer nos aleja
A ti y a mí.
A ti y a mí.
A ti y a mí.
Cuando terminó de tocar volvió a mirar a su alrededor. Estaba solo.
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