El deseo (cuento 2005, versión acortada)
Un cielo azul oscuro, casi negro, amenaza con caérseme encima. Y sin piedad por cierto. El aire cargado de estática, se torna denso y apenas si puedo distinguir más allá de mi nariz. Apuro el paso, pero, sin temor de sufrir las consecuencias del aguacero que se aproxima, más por cumplir con pautas que por mojarme. De ultima, no me vendría mal un poco de agua que refresque las ideas, pero mi traje de Armani, no dice lo mismo. Ha sido un día mas, de los ya demasiados. De productivas ganancias sin un para que. Hace años que me embarga el hastió, pero sigo mecánicamente trabajando para lujos que no necesito y sin las emociones que añoro. Una vieja loca idea me ocupa la cabeza. Me transporto a un paraíso sin maquinas ni gente, verdes intensos y montañas que palidecen ante mi, su intrépido domador de cimas.
Hasta que un fugaz centelleo seguido de un tronar ingente y prolongado, me devuelve a la realidad de una vida de logros sin motivaciones. Soy, lo que para algunos se denomina un “yuppie”, una imagen de novel triunfador en el mundo de los negocios, despreocupado e irreverente, y pera mi es solo una cáscara vacía de una vida carente de sentido. Alguien que tiene todo lo que no quiere, y que siente que aun hay algo en el destino que no ha llegado, que algo falta.
Llego justo cuando la primera oleada de gotas se decide a golpear duro contra el piso. El viento azota mientras intento abrir la puerta de mi moderno loft y empuja intempestivo un sobre obviamente tirado por debajo de ella. Seguro una de las tantas promociones u ofrecimientos de servicios que recibo a diario y por docenas.
No enciendo las luces, hoy prefiero mirar los efectos de sombras y brillos, relampagueantes que se filtran a través de las grandes vidrieras que dan a los jardines. El efecto fantasmagórico que producen es toda una gran orgía visual, y gratis, por cierto. De lejos distingo las intermitencias de luces en el contestador que preanuncian llamados telefónicos almacenados. No los escucharé, no voy a romper la escenografía perfecta, que emparentá mi ánimo con la tormenta en curso. Me dejo caer en el mullido sillón, aun con unas terribles ganas de un Vodka con frutillas, mi mas fuerte vicio, esta vez vence la pesadez del hastió. El sueño comienza a vencerme casi a golpes, y en un último esfuerzo por mantenerme despierto, vuelvo a mi paraíso personal, plagado de verdes, cristalinos, y cumbres elevadas al cielo.
La chicharra del maldito teléfono me arranca sin piedad del placer. Perdí la noción del tiempo y hasta el lugar me parece desconocido. No llego a tiempo a levantar la bocina, pero poco me preocupa, estoy más sorprendido por lo extraño y desconocido de mi entorno, y toda una nueva gama de sonidos naturales a mí alrededor. Camino dubitativo entre un escenario de muebles y artilugios que no reconozco, buscando en mi mente informacion sobre donde estoy y mas aun, caigo en cuentas que no tengo recuerdos sobre quien soy y mi pasado. Solo en el piso de lustradas maderas del lugar, reconozco las formas de un sobre, que mantengo sí, en algún lugar de mi memoria. Como hipnotizado rápidamente lo recojo, y abro, a sabiendas que alguna informacion proveerá, algo que pueda ayudarme a entender que esta pasando. Los datos no son muchos, pero alcanzo a entender el mensaje. Indudablemente algo o alguien, en esta vida disponen de nosotros como experimentales marionetas. Una forma o fuerza superior que no alcanzo a comprender, hace del teatro de la vida, el juego de un director travieso y nosotros sus cobayos actuando el papel que nos toque en suertes. Y la frase de la carta, suena en mi cabeza, ya sabiendo que será mi presente y destino.. “ten cuidado con lo que deseas, podría llegar a cumplirse”. El profundo suspiro y un leve encogimiento de hombros, dan respuesta a preguntas que ya no necesitaré hacer, y raudo camino al vaso de Vodka con frutillas que me aguarda sobre la mesa.
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