Había llegado tan lejos… Había soñado tan lejos… Había volado tan lejos, y fue la primera y última vez... Mi cuerpo lleno de plumas y mis huesos hechos puré. Lo intenté. Tuve valor, pero fueron tan solo sueños de ave.

Nadie sabe de esta historia, ni siquiera el autor de estas letras que les escribe de acuerdo a su plumífera imaginación de libertad. Espero que sepa terminar mi canción, mi poema emplumado.

Crecí como tantos y soñé como nadie. Tuve anhelos inmensos. Creí ser el Mesías, presentía tener la verdad en las manos, y dentro de mi oscuro mundo interior. Sin embargo, nada... Nunca tuve la gracia de abrir corazones ni de calmar la sed de las almas sedientas, tal como siempre presentía. Fui rechazado y llamado loco, soñador. Aún allí, en el pozo de todos los perdedores, seguí con mi anhelo eterno por soñar y volar.

Fui especial. Lo conseguí todo. Estudié lo necesario para dicha empresa y cuando toda la verdad estuvo en mis manos me atreví a enfrentar a mi emplumado destino.

Me dirigí a la montaña mas alta con mis plumas pegadas a mis carnes mientras todos en mi pueblo se burlaban de mi sueño, y cuando llegué a la cima tuve un presentimiento, de esos que tenía cuando sentía que era el Mesías. Miré hacia abajo y vi a toda la humanidad bajo mis pies, como falda de esta montaña. Todo era silencio, tan solo el ruido de la brisa de aire cuando escuché de toda esa muchedumbre que saltara, que volara alto, alto, hasta el cielo, el Sol, las estrellas. Ante semejante emoción sin límites, salté...

Había llegado tan lejos y caí como todas las cosas, como ese ser desinflado que no tiene más que cáscaras y cáscaras, caí con aquel sueño eterno de volar por siempre y por todos los cielos...



San Isidro, Junio de 2008