Me volvieron loca.
Mi cabello casi puede emular las ramas secas de los arboles de estos patios repletos de ansiedad.
Las manos nudosas de este cuerpo, curtido a fuerza de trabajo y sol, se desvanecen al rito implacable del reloj.
De los montes de mi pecho solo quedan vestigios de abundancia y ostentosidad.
He sido degradada, pisoteada, escupida, orinada.
Mi llanto, disfrazado de carajadas, se vuelve cada vez mas ronco y melancólico.
Esta quemante ira me calcina las entrañas.
Mis hijos.
Me duele el sol, me duele el viento, de duelen las cuatro malditas paredes que no descansan, siempre vigilantes, siempre tan altas, siempre burlonas, siempre morbosas.
Soy un títere roto, un harapo, un desperdicio, un desecho, la hoja que cayo del árbol por capricho del viento.
La sangre hirviente de estas tuberías se vuelve mas toxica con cada electro shock, cortesía de los malditos” jueces de la salud mental”.
Regresare a mi hogar, a esos campos tostados, al aire caliente de la mañana, junto a mis hijos.
Pobrecillos.
No estoy loca, me volvieron.
Aquí a la que no esta de acuerdo con las costumbres esclavistas se les llama locas y las “curan” en unos infiernos llamados psiquiátricos, manicomios, centros de salud mental, para el caso es lo mismo.
Yo me enferme por abrir la boca de más.
Por fin me siento curada.
Tendré que hacerles un regalo a los “doctorcitos” que me ayudaron con tanta paciencia, y me hicieron comprender el papel de una mujer sana, la cual cumple su objetivo única y exclusivamente en el piso, en la cama y en la cocina.
Mi regalo será muy especial, nunca igualado.
Le regalare a cada uno un pequeño tornillo, los recolecte con mucho cuidado y paciencia.
Por fin podrán ser utilizados como se merecen.
Será una sorpresa, si será en la noche mientras los pobres doctores cumplen sus necesidades de hombres con las demás internas.
Hoy se hará, después, iré a casa y sorprenderé a mi querido esposo, después de todo por su santa interseción ahora estoy curada.
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