Creado aquí el 23-08-2006, eliminado. Editado hoy 14-06-08.
DESDE EL OTRO LADO
Entré de nuevo, dejando atrás el olor de un jardín embellecido por la lluvia, para embarrarme sobre uno aletargado y vencido. Al finalizar un famoso túnel iluminado, caí sonorísimo del otro lado, mientras atinaba a levantar la mirada con cara de puño y ver el inmenso rojo que dominaba el atardecer aquí. Era la hora del día durante la cual, nadie podia moverse, sólo gritar.
Nací de madrugada en este lugar ya familiar.
Divagando traté de entender por qué la desesperación no me hacía presa, por qué los gritos ahogados de tanta cabezas entre el lodo, me daban igual. Confundido me hice paso entre flamas y hedores, pisoteando bocas y ojos somnolientos, mientras el desorden seguía mofándose autorizado por el amo del lugar, a quien podía vérsele sentado sobre una colina, a lo lejos, riendo y satisfecho.
Extrañé por un instante aquellas noches de no hacer nada, mirando hacia el techo de mi habitación la evolución curvilínea del humo de mis mejores "vuelos". De pronto, tras quince minutos ya sobre este pseudo trance, concluí rápidamente que el mundo que dejé, no sólo es muy parecido a éste, sino peor.
Y es que aquí todo era exageradamente copia fiel de la vida: pude conocer el sentido del dolor eterno, advertir el color de la sinrazón, enumerar toda la lista de pecados inimaginados y hasta me dió pavor, ver levitar en medio de una ventana vacía, a todas las ausencias del emprendimiento junto a las presencias del abuso humano, con cara de perro rabioso.
No entendí los letreros plantados delante de cada mar de quejidos desesperados. Tenían letras que no podía ver sino borrosas e ilegibles. Me excité con la impresión que causaba en mí, la clasificación de la gente ahogándose en mierda, aquí en los jardínes rojizos del infierno.
Un viejo rebanado de bigotitos singulares, me acercó un panfleto amarillento, alejándose a paso ligero sobre sus botas militares viejas y descocidas. Llevaba un hueco en la cien, y mientras lo observa irse, confirmaba al leer, en su publicidad subversiva, que era cierto que aquí te quitan la memoria.
De pronto, un quejido oxidado fortísimo y una madeja de conspicuos caprichos venían desde la gran puerta mohosa que marcaba la entrada. Un ruido seco, violento y vacío a continuación y otro nuevo inquilino más, llegaba sin explicaciones a la mano. Todos callaron para sentir a qué marea pertenecería, e inmediatamente fue sumergido en uno de los jardines.
Yo estaba en falta. Tenía un recuerdo rebelde conectado por dentro. La presencia efímera y a veces clarísima, de una treinta y ocho, la silla de mi cuarto, y los gritos de mis padres subiendo por la escalera, cuando por dejar de lado a la maldita soledad, me pegué un tiro con boleto directo a este lugar. Y por eso, no me dieron lugar en ningún jardín.
Al final del día, prendí un cigarrillo, y volví a buscar y buscar a quien pueda darme un lugar en la marea, pero no tuve éxito. Acudí a todos los jardines que pude, quería enlodarme y dejarme llevar, quería tener compañeros y compañeras desnudos y apretujados, enmierdarme con ellos, quería quedarme totalmente sordo y ser inmune por lo tanto, a los quejidos y lamentaciones, quería ser barro, quería ser por una puta vez en la vida, eterno, a pesar de todo.
Pero no me fue permitido hacerlo, por que llevaba un recuerdo clavado, maldita sea.
De pronto, un tipo cubierto con una sotana sucia, tomó mi mano y me entregó un nuevo encargo.
Debía regresar, volver a intentarlo y quebrar las continuas visitas. Así que obligado, partí tras una ducha volátil en una zona privada.
Pero después de varios años, el portero, al salir, me seguía diciendo.. hasta luego.
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