Como un sol recortado
en la superficie de un charco
- tras la lluvia -
tu cuerpo tiembla.
Los dedos trashumantes
caminan por el llano,
se acopian en las cavernas,
despliegan el tacto
en el rojo atardecido de un suspiro:
letanía de besos,
a mansalva,
tiros de gracia puestos con premura
en el occipital de la mesura.
Muerte de la razón.
Sobre el filo del cuchillo,
libre,
el torrente que, despeñado,
cae al vacío de la boca que busca y besa:
aguardiente de frutas inmaduras,
convertidas en semillas
que tornan transparencia el brote a punto.
Como un sol,
recortado en el metro cuadrado de mis ojos,
tu cuerpo tiembla,
se atormenta en mis alas,
vuela, esquiva, aturde, grita,
y cae dulcemente, avasallado y plácido,
sobre mi ombligo.
Crujen las hojas del otoño
en la recámara de la calle silenciosa,
y aquí es verano a punto
este deseo a tientas,
que deja entre las sábanas
un aroma marino. |