¿Por qué las personas desean cambiar de apariencia y condición sin pensar que aquello que anhelan desechar es precisamente el imán que atrae a los demás hacia ellas?
Escribo esto pensando en la leal amiga Anémona, mujer irreversible, transparente y cordial, quien para todos tiene una palabra amigable y no escatima su precioso tiempo para aconsejarnos, guiarnos, bromear con nuestras cuitas y levantar su voz, sin subterfugios ni dobleces, cuando alguna situación oscura hiere su enorme sensibilidad. Es una mujer hogareña, orgullosa de los suyos que son además quienes la inspiran para crear hermosos y mágicos relatos repletos de maravillosos personajes y exultantes coloridos, en los cuales no se denuesta ni se agrede a nadie.
Anémona de estirpe marina, no abandones los secretos que te cuentan al oído las candentes olas, no dejes huérfana a tu fauna coloquial, recuerda a aquellas sirenas que se mecen en tu follaje, a esas estrellas marinas que flotan en el inmenso y acuoso universo del Pacífico, recupera tu sitial a la diestra del gran Neptuno, no olvides
que él siempre recurre a tí para que le narres bellas historias, ya que gracias a los musicales acentos de tu voz de brisa marina puede conciliar su sueño milenario.
Ahora quieres ser gata por necesidades pecuniarias, para estar calentita en un mullido sofá y recibir los arrumacos de tu prole, para descansar a tus anchas en un aburguesado ambiente que no se condice con tu condición de criatura acuática. Es mucho más fascinante cazar anguilas y peces dorados, pulpos y sardinas, que estar con el ojo avizor, presta a saltar sobre un miserable y asqueroso ratoncillo. Además, nada peor que un gato para confesarle nuestras intimidades, él simplemente hará un mohín, a lo más arqueará su lomo para que se lo acariciemos y después, de un desaprensivo salto escapará por la ventana para realizar sus banales incursiones por los tejados de la vecindad. No, el gato es hermoso pero ajeno, será una deidad venerada por los egipcios pero siempre estará distante para nuestras íntimas confesiones. Y si nos ronronea al oído, será porque desea que le entreguemos algo a cambio, un plato de comida, una pasada por su impecable pelaje o un espacio en nuestra cama.
Pues bien, tu elige Anémona indecisa. O las libertarias aguas del océano o la anodina vida que ahora se te metió entre ceja y ceja, tendida como una Cleopatra gatuna sobre el aburguesado sofá de tus nuevas reivindicaciones.
Ahora, que elijas lo que elijas, allí estaré yo para acompañarte como uno de tus más fieles amigos. Te lo juro por todas las planchas de pizarreño que cubren mi choza… o por todos los ratones que inundan mis mazmorras...
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