Domingo. Sensación corporal intensa de frío, 4 grados, o menos; olor a humo, pasos cansados y silencio incómodo. Varios apresuran sus pasos para llegar a casa, o a diferentes lugares. Nadie mira a los ojos, solo encienden las luces en su propio camino…De pronto, en la fría calzada se muestran un par de abandonados zapatos roñosos que impiden el paso, algunos desvían el obstáculo, otros se preguntan quién será su de propietario. Zapatos negros de hombre, oscuros, roídos, desgastados… suceso sin importancia.
Mientras pasan minutos de frío intenso, se escuchan pasos, pitazos, insultos, toses,…él camina porque se siente incómodo en la calle, llena de seres desconocidos, sólo quiere dormir, ya que sus hombros le pesan, sus piernas le duelen, y tiene una incipiente jaqueca.
De pronto, al pasar rápidamente por una calle, se detiene a ver algo anormal. En el suelo, al borde de una puerta de un local está tumbado un hombre de edad, macizo, posiblemente un vagabundo. Sin zapatos. Sigue caminando, y vuelve atrás para observar más a fondo la imagen, con un afán tal vez algo morboso, pero se detiene. Y a la vez que detiene su vista en ese hombre descalzo, que esconde su rostro bajo su desdeñada cabellera, pasan y pasan rápidamente alrededor del suceso miles de personas, algunos observan con una risa disimulada, tal vez pensando que es un simple borracho, otros miran con horror, incluso asco, otros transitan tranquilamente evitando la vista del lugar de los hechos.
Se han consumido dos minutos, dos minutos de indecisión, han pasado por aquel frío lugar por lo menos unas veinte personas, y Andrés sigue ahí observando, indeciso, preso de una inquietud desconocida, sin poder decidirse a hacer nada….Pasan otros segundos, hasta que él se detiene a mirar la escena y de pronto nota que los pies de aquel viejo hombre están extrañamente rígidos, levantados del cuerpo que yace boca abajo…duda, está nervioso, mira hacia arriba y ve que el cuerpo está rodeado de un extraño fluido de tono café…sigue mirando con resquemor, y mientras su corazón palpita rápidamente, no había reparado en un pequeño detalle: en la manilla de la puerta del local está amarrado un cinturón, fuertemente tensado…¡mierda!….el cinturón terminaba su cruel recorrido en el cuello de aquel hombre sin rostro.
Preso de sensaciones desafortunadas, Andrés alcanzó a digitar tres números y llamó a Carabineros, dándole la dirección del aterrador y repugnante suceso. Y mientras Andrés hablaba por teléfono, seguían pasando muchas personas, pero, a su pesar, él era el único que se encontraba junto a ese hombre.
Habiendo llamado, Andrés sintió miedo y decepción, sólo quiso arrancar y se fue a su hogar…Y aun pasadas algunas horas seguía pensando en los zapatos abandonados, el viejo vagabundo…no teniendo la certeza si Carabineros asistiría al lugar, no sabiendo si a alguien más le iba a importar ese hombre descalzo.
A la memoria del hombre sin rostro y sin zapatos.
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