Cuando Patata, o Pat Morita como le gustaba que le llamasen, se levantó de la colcha (con estampados de graciosas vacas pastando) asomó su cabeza por la ventana para ver el tiempo que hacía fuera de casa, así sabría si ponerse el pañuelo rojo revolucionario para abrigar su garganta o salir simplemente en cueros.
Buscó su maleta, que era evidentemente reconocida por el olor a naftalina que emanaba de ella, para empacar lo que necesitaría para el viaje.
Dentro: los diálogos de Hylas y Filón, porque nunca se sabe que mesa, silla o armario puede estar cojo. Para leer Materialismo y Empirocriticismo, manual de supervivencia para perros autónomos de piel sensible.
Hueso.
Pelota de goma con sonido pííí pi.
Foto de hombre gordo y pelaje largo junto a ama delgada de pelaje largo y suministradora habitual de comida.
Bolsa para cacas varias.
Finalmente, collarín antipulgas y garrapatas, porque la higiene es lo primero.
Dispuesto todo, salió de casa, con la habilidad de pulga de circo, y emprendió la marcha, la marcha de un can que había probado los placeres del amor carnal, los lametazos, y olisqueos varios del ritual, para reencontrarse con su amada perra oliva… fue meando en las esquinas, por si tenía que volver.
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