Parecía un día como cualquier otro. El sol comenzaba a mostrar sus primeras luces y sobre el valle destapaba los verdes quitando lentamente la manta oscura de sombras nocturnas.
Abro lentamente los ojos, y de la misma manera cansina me dispongo a saltar de la cama. Minutos más, minutos menos, ¿a quién le importa?, el día completo es mío y puedo hacer lo que quiera con él. Para eso deje el desquicio de la ciudad, ser dueño y señor de mi tiempo, y no un rehén más.
Camino desnudo y sin inhibiciones hacia el baño, una ducha me sacara del letargo, aunque no creo que logre ayudar demasiado con la resaca matinal, ya hecha costumbre en mí, luego que optara por cenar día tras día, una buena botella de Vat69. Bah!!, cenar, desayunar, almorzar, etc..,
Me detengo frente al espejo, y este me devuelve una imagen patética de mi mismo, ya no soy lo que se dice un dechado de virtudes, como alguna vez me obligue a ser. Todos pusieron sus expectativas en mi, demasiada presión desde chico, demasiada mochila para llevar a cuestas. Los ojos del mundo escudriñándome todo el tiempo, tratando de hacer de mínimas dotes máximos rendimientos, perfección de lo perfectible. Obviamente terminaría explotando. Historia antigua, esos años ya quedaron perdidos en los anaqueles de Academias, Clubes y familia, ya está en el olvido. Pero una risotada estalla en el mismo instante del fugaz recuerdo y torna aun más ridícula la figura ante el reflejo de la escena.
Vuelvo a equivocarme, la ducha no logra despejar el compendio de confusas imágenes y mínimas ideas que hay en mi cabeza. También esto es ya algo normal y recurrente, estoy acostumbrado.
Desde un rincón del botiquín, la máquina de afeitar me mira casi con tristeza y desde el olvido. Pero será otro día mas sin su uso, como de costumbre estaría más cerca de atinarle a la yugular que a los incipientes bellos de mi cara.
Un café negro, tal vez podría despejarme, de no ser porque es casi en su totalidad los restos del whisky sobrante de la pasada noche, me invade una súbita ira, ¿cómo logro escaparse? Seguramente fue ayudado por los duendes y demonios que toman por asalto mi casa por las noches y luego del primer par de vasos ingeridos cuando tomo la máquina para disponerme a escribir. Ja!, escribir...., ¿escribir qué?, en años apenas si puedo balbucear ruidos guturales semejantes a palabras y alguna que otra onomatopeya, como forma de hacerle creer a mi cabeza que todavía estamos vivos y no somos un fantasma en pena en espera de la anhelada ascensión a Las Pléyades. Ja!!..., escribir!!!. Ya es solo una excusa para llenar vaso tras vaso. Un par de tragos previos lograran que la inspiración me use y abuse, convirtiéndome en una aceitada maquinaria literaria, capaz de crear la novela perfecta, el cuento infinito, o una idea revolucionaria después de la cual nada volverá a ser igual para el mundo y zonas de influencias planetarias. Y como es lógico, luego del primero, bailo vals toda la noche con un ser mezcla de azul y púrpura, mutación entre avestruz, canguro y oso hormiguero, pero..., joder que baila bien el engendro y es mejor compañía que yo mismo.
Hurgo entre los restos que habitan desde hace ya tiempo algo que alguna vez fue parecido a una mesa, y solo encuentro un deforme mendrugo de algo, que, a juzgar por el sabor, deduzco que el color verde no se debe a aditivo, ni colorante alguno, pero, a esta altura sabe a diablos y ebulliciona en mi interior luego de amalgamarse con lo que por cierto, tampoco tiene un sabor demasiado que digamos parecido a café.
La resolana invade la cabaña sin permisos, ni presentación previa, y desnuda aun más la dejadez. Es irónico ver en lo que este dechado de pasadas virtudes se ha convertido, aunque tiene su parte buena, ni pizca de stress ha quedado de aquellos tiempos. Tampoco de limpieza, para ser sinceros.
A lo lejos comienzo a escuchar los aullidos lastimeros de dos perros flacos que acompañan mi abandono, vaya a saber porque puta razón. He tratado inútilmente de razonar con ellos y explicarles que su fidelidad podría ser mejor atendida en otras huestes, pero es en vano. Solo me miran con ojos de ternura, más preocupados por mi interés que por evitar ser devorados por más pulgas que pelambrera. No hago demasiado caso a sus llantos, supongo y como es normal, será la ya habitual visita del cartero con las consabidas quejas de mi editor literario, preocupado por el constante vaciamiento de sus arcas a partir de mis nocturnas orgías de alcohol y engendros, y la no producción de escritos comercializables.
Oteo a través de la ventana, pero nada distingo. ¿Qué será lo que hace que esas dos bolsas de piel y huesos aúllen de esa manera? Algún día de estos tendré que ponerme firme con ellos y hacerles entender que en este mundo ya nadie llora. Ahora te psicoanalizas y canalizas los lamentos en After Office, o como se escriba. Es nada lógico que no sean dos exponentes tipo, de la masificación propuesta por la sociedad de consumo, como Dios y el sagrado Establishment manda, que coño!!
Acabo de caer en cuentas que no siento cansancio, ni malestar alguno. Por fin, yo sabía que eso de la vida sana era un verso y que hectolitros de buen alcohol, y mendrugos untados en moho, tarde o temprano me convertirían en un ser indestructible. Si mi pasado no logro hacerlo, nada de mi presente lo hará, definitivamente.
No tengo ganas de recordar, es casi como volver a vivir todo nuevamente. Los malos recuerdos siguen lastimando y los buenos, aun mas. Pero, ¿cómo evitar recordar?, siempre vuelven a mí y sin llamarlos. Una y otra vez, reiterativos y sádicos, y lamentablemente no tengo botón de STOP, ni cables que desconectar. Debí hacerle caso a mi medico y la propuesta de un by pass. Lo hubiese condicionado a un interruptor para poder apagarlo a voluntad y cuando las sombras del pasado invaden, zazz!!!, apago y a otra cosa. En el momento, me causo mucha gracia, yo, justamente yo un implante. Un, desde chico, brillante deportista de cuanta competencia exigiese habilidad y rendimiento. Mi madre lucia orgullosa aparadores enteros con copas y trofeos, medallas y alguna que otra radiografía de huesos rotos en la justa. Eran más suyos que míos, por cierto. Al igual que títulos, diplomas y licenciaturas varias, inútiles de usos y que solo sirvieron para tapar los incipientes agujeros en las paredes de la casona natal, descuidada de arreglos y venida a menos. De tantas cosas que he hecho, no hice nada. De tantos logros y títulos, ni puedo encontrarle uno a la obra postergada que reclama el editor. Fui el orgullo, pero de cariños no me acuerdo.
Ah, sí..., recuerdo uno fiel, la perra familiar. A ella jamás le importo demasiado si llegaba a ser alguien “importante”, como marcaba mi destino. Solo le importaba verme llegar y escapar hacia mi cama esperando que me recostara para meterse a los pies y solo salir luego de levantarme. Murió ya de muy vieja, pobrecita, pero espero hasta el día de mi fuga. Hasta en eso fue justa y fiel. No permitió siquiera que me rozara la tristeza de verla muerta.
Ojalá hubiese habido en mi vida, más que sea, una mujer así. No tuve esa suerte. Mujeres, muchas, amores, ni sé lo que es eso. No!!, no debo ser desagradecido, me han amado y hasta creo que mucho, pero justamente a las que no supe amar. Siempre estuve un poco perdido en lo que al amor respecta. Parodiando a Groucho Marx, “jamás podría amar a quien se enamorara de un tipo como yo”, y luego de quien quise solo recuerdo dolor, y ya lo dije, de lo bueno y de lo malo, en el recuerdo todo duele. Aun trato de entender si valió la pena. Supongo que sí, desde el vamos parece más sano que por lo menos hallan pasado cosas a la nada, el vació de sentires. Pero sigo sin entender demasiado los mecanismos y seguramente a eso se debe haber pasado toda mi vida experimentando, buscando perfecciones en relaciones que por simple lógica y por humanidad, no pueden serlo. Y allá iba con mis equivocaciones. Traté de ser admirado como forma de ser querido, y lograba ser admirado y querido, pero amado es otra cosa. Me puse trajes y encontraba vestidos. Trepé escalas sociales y solo encontraba pesos muertos. Apelé al romanticismo y solo vieron debilidades en el acto.
Y esos dos malditos, siguen aullando....
Alguna vez leí que para el amor en la vida, la verdadera inteligencia consistía en hacerse el tonto, viviendo en un mar de tonteras. Copio y se me hace carne. Nada más exacto, nada más inocentemente mejor descripto, pero si hay algo en mi vida, en lo que jamás fui bueno, es en fingir. Y me volví un solitario a fuerza de honestidades brutales. Un rebelde de la rebeldía, paladín de la justicia y la verdad, en un mundo donde las verdades suelen ser más evitadas que las realidades mismas. Y, heme aquí, tratando de encontrar la inspiración pérdida en la sabiduría no adquirida, de escribir historias que nada van a modificar.
Qué manía!!!, ¿por qué sigo creyendo que nací para cambiar las cosas?, ¿por qué creo poder mejorar lo que está mal, y es mejor que así sea? Es mejor que todo así se quede. Debe de tener un porque, o no, en definitiva este proto humano, despeinado y olvidado para el mundo, no tiene la imagen para dar a conocer las soluciones.
Es mucha la sorpresa el ver que ya ha anochecido, y también que terminé la segunda botella del día. No siento efectos, y ya comienzo a preocuparme. Lo único que me falta es quedarme también sin poder disfrutar de la compañía de mi engendro azul violáceo.
Y ese par que insiste con sus lloriqueos, ya es hora que les dé una constitudinaria reprimenda. Me acerco a la puerta y avanzan dentro de la casa sin notar mi presencia. Los muy famélicos, ya ni me ven de la hambruna. Están muy equivocados si piensan que encontraran mejor suerte en lo que en épocas mejores, se asemejaba a un dormitorio. Se los permito. Por suerte mermaron los aullidos convirtiéndose en apenas quejidos lastimeros. Han de haberse dado por vencidos. La curiosidad de la mano de una profunda lástima me obliga a acercarme al portal, y desde allí descubro una escena que, más que inquietarme, es tranquilizadora y entiendo por fin.
Echados a los pies del camastro rodean mi cuerpo inerte, y es una buena imagen. Qué más quiere uno en la vida, que esta se te escape estando rodeado de la más sincera de las fidelidades. Y caigo en cuentas de que es bueno. Ya no será necesario apurar entrega de escrito, ni emitir ruido alguno.
¿Dónde diantre deje la botella?, ya es hora del baile y está por llegar el invitado.
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