Una ruta metafísica
“Yo no existo pero poseo la imaginación de la virtud, soy el agua de un río interior que persigue su propio cauce en medio de una vorágine de sueños de cristal.”
Anoche tuve un sueño perturbador, escuche una extraña voz que era la mía, era la tarde de mi viaje, cogí mi guitarra y me marché siguiendo las vías de un tren abandonado con el aquel extraño sueño y los consejos de mi madre: “tómate tu tiempo”, me dijo, “lo que buscas tendrás que descubrirlo por ti mismo, anda a casa de tía Inés, ahí podrás estar como en casa,” añadió con los ojos tristes pero con una amplia sonrisa.
Qué hacer con la emoción desbordada de mis veinte y un años, tenía que dejarme llevar por aquella ruta del agua que me daría las claves futuras de mi propio camino.
Me quedé en casa de tía Inés mientras estudiaba la carrera de historia y una vez finalizada volví a mi pueblo, esta vez como profesor con la tarea de trasmitir conocimiento, después de conocer el entusiasmo de María fundé a su lado, mi propia familia.
“Soy el río interior en la búsqueda de su propio cauce, tienes que ayudarlo”, ordenó.
Otra vez como hace treinta años amanecí perturbado, esa extraña voz que era la mía, sólo que está vez es el turno de mi hijo Miguel que al igual que yo ha iniciado su propio viaje por la ruta del agua.
María Germaná. En Madrid, a 20 de enero de 2007
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