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EL “NEGRO”


_¡Uní, uní! ¡Uní, uná! ¡Rá, rá, rá!_
El grito quedó resonando mientras mis compañeros me abrazaban y saltaban sobre mi. _¡No podía faltar el gol del Nico!_ escuché decir al “Broka” Ramirez_ mientras volvíamos al centro de la cancha. Y en verdad, nunca fui lo que se llama un “crack” para la pelota. Con suerte podía driblear máximo a un jugador. Sin embargo, nadie me ganaba en velocidad y esto era aprovechado por mis compañeros que me hacían pases “con ventaja” como se dice. De una u otra forma me las arreglaba para hacer, al menos, un gol por partido. Era la única razón para asegurarme la camiseta N° 7
Esta ocasión fue especial. Además de ganar el encuentro yo tenía una razón muy personal para destacarme. Y era que a poco de llegar a la cancha había divisado a mi hermana Marcela acompañada por Rayén, una muchacha que desde hacía un tiempo me tenía loco. Había intentado mil maneras de acercarme a ella, tratando de inventar una excusa, por lo que me sorprendió y alegró verla con mi hermanita que sabía de mi interés. “Tal vez me haga gancho” pensé. Por otra parte, yo no era ningún dechado de belleza. Pero eso lo suplía con lo que se llama “buen blá blá”, “meter grupo”, etc. Mi gusto por leer y cultivarme en todo lo que podía aumentaba enormemente mis posibilidades. A las minas les gusta que uno se maneje en los distintos temas. Y esa era mi carta de triunfo.
Ya en casa, mi corazón latía frenético esperando la llegada de Marcela. Los minutos pasaban interminables. De pronto llegó con una cara neutra, imperturbable.
_ ¿Y?_ le pregunté _ ¿Le hablaste de mi, le dijiste algo? _
Silencio.
_¡Ya, pues, flaca! _ ¿Qué pasó?_ insistí.
Una sonrisa preciosa iluminó su cara. _Te quiere conocer _ me dijo.
Y bueno, después de algunos encuentros en mi casa, con la complicidad de mi hermana, quedamos de juntarnos en el baile anual del Club. Esa vez todo anduvo de película. Ella estaba deliciosa. No la dejé ni un momento, bailamos y conversamos hasta que, aprovechando un tema lento, pasó lo que tenía que pasar. Le declaré mi amor, nos dimos algunos besos medios furtivos, salimos al jardín y nos pegamos un atraque de miedo.
De vuelta en el baile me di cuenta que mi amigo, el “Broka Ramírez”, me hacía señas y que quería hablar conmigo.
_Tengo algo súper importante que decirte _ me dijo. _ La Rayén es hermana del “Negro Raúl”, el del “Club Águilas”_ Tu sabes que el tipo no es buena leche, y lo peor, es que nunca ha permitido que se acerquen a su hermana. Aún más, siempre le hemos escuchado decir que “pobre del que la toque”_.


Quedé helado. Nunca se me pasó por la mente la relación entre Rayén y el “Negro Raúl”. Por alguna razón este tema tampoco había salido en nuestras conversaciones. El “Negro” era un mocetón enorme, de unos 18 años, de piel morena donde destacaba una dentadura poderosa y blanquísima. Siempre se jactaba destapando cervezas con sus dientes. De genio muy ligero y, para más remate, excelente para los puños. Era normal que durante los partidos se armaran peleas entre los equipos, ya sea dentro o fuera de la cancha. Eran verdaderas batallas campales entre jugadores y, por supuesto, las barras de cada equipo que se acaloraban con el juego y se enfriaban con muchas botellas de cerveza y más de alguna garrafa de vino. En estas contiendas el “Negro Raúl” era una verdadera aplanadora. No quedaban títeres con cabeza. Era la antítesis de su hermana., menuda y delicada.

De alguna forma, nos arreglamos con la Rayén para mantener nuestro romance más o menos clandestino. Pero mis fogosos 17 años me hicieron perder la prudencia y, de una u otra manera, el asunto llegó a oídos de su hermano. Y no era cuestión de cobardía. Yo no tenía la más mínima posibilidad de enfrentarme con él. Y me buscaba.
Lo evité durante un buen tiempo, hasta que me llegó la hora. Sucedió que se programó un partido entre nuestra Selección, en la que yo y el “Negro” jugábamos, y la de otra Asociación. El encuentro era inevitable. Hasta pensé en enfermarme, dar parte de lesionado, etc. Pero por otro lado, me dije, si estamos en el mismo equipo no creo que pase nada. Al menos durante el partido de fútbol.
Ese día todo parecía más o menos normal. El “Negro” no me miró ni me dirigió la palabra. A lo lejos, entre el público, divisé a mi amada, mi Rayén. El partido fue muy disputado, con ocasiones de gol por ambas partes, pero al parecer iba a terminar en un empate. Y en el último minuto de juego yo, el Nico, con un pase “con ventaja”, anoté el gol del triunfo. Pito. Fin del partido. Rápidamente me voy con mis compañeros, que me felicitaban, hasta la orilla de la cancha. De reojo veo que se acerca el “Negro”. Hasta aquí no más llegamos, pensé. Qué le vamos a hacer. Se plantó delante de mí.
_ ¡Buena, cuñado! _ me dijo _ y me alargó una cerveza.
Se me secó la transpiración.


Texto agregado el 12-06-2008, y leído por 255 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
26-09-2013 La fama no siempre coincide con la realidad. Rentass
06-12-2009 texto ameno y llevadero, donde lectores como yo, siempre se estan anticipando a los hechos; aún sabiendo que en tus escritos todo es imprevisible y este, justamente, no es la excepcion. Mis saludos trasandinos juanirenata
15-06-2008 que historia tan universal... me gustó... sergio_vizcarra
13-06-2008 Verdad que el negro es el problema de estados Unidos señor licenciado? vampi-esa
13-06-2008 Buen texto y divertido. soledad333
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