Marcos Silva recibió la visita de la muerte.
Al llegar al otro lado vio un amplio salón, con apenas una mesa, de escritorio. Sentado atrás un hombre de edad indefinida, de cabellos grisáceos que de cabeza baja trabajaba en sus escritos. Parecía muy ocupado.
-Con permiso.-
Como no obtuvo respuesta, ninguna señal, insistió:
-¡Disculpe, señor! ¿Aquí es el cielo? ¿Estoy...muerto? ¿El señor...es...?-
El anciano hizo una señal para que se aproximase. En silencio Marcos Silva obedeció, y esperó el gesto siguiente. Instantes después...
-Una pregunta de cada vez. Aquí no es el cielo, como usted piensa y esta realmente muerto, Y yo me encuentro aquí para recepcionarlo, y juntos avaluar su vida terrena para proseguir con el siguiente paso.
-¿Cual sería ese paso?-
-Eso lo determinara usted mismo.
-¿Yo mismo puedo decidir adonde voy?-
-Si, continua dueño de su espíritu, de su destino, de su vida...Bien,¿por donde comenzamos? ¿Podría avaluar como fue su vida terrena?
Pensó por algunos minutos y dijo:
-La cruz que he cargado es pesada, muy pesada, pesada demás para mí.-
-Para ayudar en sus decisiones materializaremos su cruz.
En ese momento apareció una cruz de madera de su altura. En el mismo salón aparecieron, también diversas cruces de todos los tamaños, medidas y pesos. Mirando hacia su izquierda Marcos Silva vio tres puertas cerradas.
-El señor podrá decidir que trayectoria seguir, atravesando una de esas tres puertas o volver a la tierra con la cruz que más le convenga y le agrade.-
Marcos Silva pensó en los amigos, en los viajes y las noches de fiesta y todas las otras cosas que no consiguió realizar, y que esta vez –garantía- sí realizaría.
-¡¡Voy a volver a la tierra!!-
-¡Claro! Solo tiene que elegir su cruz que le acompañara en esta nueva oportunidad de vida.
Marcos Silva miro alrededor: ¡tantas cruces! Primero marco sus iniciales en la que venía cargando para asegurarse que no la elegiría de nuevo; a seguir comienza a testar las otras. Primero tomo una cruz pequeña la menor del salón, pero de tan pesada no consiguió ni moverla
-¿Pesadita no?- Dijo con una sonrisa sin gracia
El anciano sonrió aburrido y le hizo seña con la mano que elija otra.
Marcos Silva se decidió por una fina y larga, pero de tan larga no consiguió equilibrarla y tentó con otra, y otra más, y más una. Cansado y desolado ante la mirada un tanto burlona del anciano estaba casi desistiendo, cuando en un rincón del salón vio una que le parecía servir, se acerco a ella la levanto, dio dos saltitos con ella para asegurarse que tenía el peso ideal; y con voz triunfante exclamo:
-Es esta, esta es la que yo quiero.
-Pues entonces siga su camino.
Y solo en ese momento Marcos Silva reparo que en el pie de la cruz estaba gravado su nombre y la fecha de ese día…
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