En este ensayo y en el siguiente voy a hacer un análisis del consumo y del consumismo: Iniciando primero con una breve descripción técnica del consumo para luego pasar a analizar las principales críticas que se le hacen al consumismo.


Racionalidad e irracionalidad del consumo.

El consumo es la etapa final del ciclo económico que inicia con el proceso de producción de bienes y servicios. Hay una polémica al respecto de la relación entre el consumo como demanda y la producción como oferta. Diciendo que no son las necesidades expresadas en demanda las que determinan la producción, sino quienes producen imponen su oferta. Hay algo de cierto en esto, pero aunque la técnicas de mercado (mercadotecnia) pueden generar demanda donde no la había, también es cierto lo contrario. De hecho la primera actividad de la mercadotecnia es estudiar el mercado y luego ajustar la producción a la demanda. El consumo pues da sentido a la producción, aunque la relación entre demanda y oferta sea más un diálogo, entre quienes quieren vender y entre quienes quieren consumir.

Un ejemplo, un especialista en el mercado estudiará las formas de la moda según la gente esta demandando, digamos que se da cuenta que se están usando camisas negras, este informará a los productores y distribuidores, que a su vez decidirán ofertar tales camisas negras de moda en los más numerosos puntos de venta que puedan, la gente a su vez verá que se ofertan camisas negras y no tendrá más que un abanico limitado de opciones que incluirán mayoritariamente esas camisas negras de novedad. Una vez saturada la gente la demanda cambiará de sentido y una vez más quién quiera camisas negras no podrá obtenerlas cuando ya no estén de moda. Hay pues una relación en dos sentidos entre consumo y producción, no esta el consumo totalmente sometido, pero tampoco es libre y menos espontáneo como esa imagen de la ama de casa paseando por el super podría sugerir.

La Economía clásica dice; toda mercancía tiene un valor de uso (para lo que sirve tal cosa) y un valor de cambio (por lo que puede intercambiarse). Según el marxismo las mercancías valen por la energía y el tiempo que se necesita para producirlo. Claro este intento por definir un valor objetivo, empíricamente mensurable, es un fracaso total ante las abundantes evidencias que muestran una y otra vez que el mercado se rige por apreciaciones subjetivas. Dos productos hechos con el mismo material en el mismo tiempo se pueden diferenciar tan solo por el prestigio de una marca y alcanzan diferentes precios, debido a que el consumidor esta dispuesto a pagar más. Al valor de uso y al valor de cambio, habría que agregar un tercero, el valor simbólico. Este tercer ámbito vuelve locos a todos los que quisieran mantener al consumo y a la producción bajo un control racional, conducidos por objetivos de largo alcance (después de todo en alguna parte hay una fábrica de vómitos de plástico). La subjetividad en el consumo hace que la gente consuma por razones que no son válidas (según diversos criterios), eso es en pocas palabras el consumismo.

Claramente se consume con y por placer, pero también existe una dimensión real en el consumo, necesidades que todos compartimos sin excepción forma parte del consumo y la producción masiva también. A eso se debe que al mismo tiempo que se necesita menos consumo, se necesita más. Puesto que en el acto de consumir se reproducen las diferencias y conflictos de clase pero también es aquí donde se puede observar si existe justicia social e igualdad. No solo eso, además algunos derechos económicos y sociales implican la posibilidad de consumir, comida por ejemplo, medicinas. O cultura, sí la cultura se consume también. ¿Cuáles son entonces las objeciones contra el consumismo? Yo las divido en dos, unas que me parecen razonables y otras que me parecen moralistas y erradas.

Objeciones ecologistas.

A pesar de la prosperidad que acompaña a las sociedades volcadas al consumo, a pesar del hecho de que sus mercados dinámicos y su economía fuerte es la principal razón del alto nivel de vida de sus habitantes, no hay duda de que existen consecuencias negativas importantes. Enumeremos solo algunas indudablemente negativas. La consecuencia número uno es el impacto que una sociedad volcada hacía la producción y consumo masivo tiene en los recursos naturales y el equilibrio ecológico. Este problema tiene un aspecto técnico (y moral sin duda) pues hasta la producción de bienes de primera necesidad también genera problemas ecológicos (¿alguien dijo desarrollo sustentable?).

Con el puro asunto de la basura bastaría para sentirnos angustiados por cualquier desperdicio ocasionado por la compra irracional, por la producción de cosas “innecesarias”. El fenómeno de la obsolescencia planificada (especialmente patente en los productos electrónicos) es un abuso con mucha lógica económica para el productor, pero un abuso del que hay que tener conciencia y al que nos debemos oponer, pues no conviene al ambiente ni a nosotros como consumidores.

La segunda poderosa razón por la que se antoja deseable combatir el consumismo es precisamente la presión que la producción y el consumo masivo pone sobre los precios de bienes y servicios a nivel mundial. Es un hecho, la obesidad del primer mundo, su alta demanda de alimentos (por citar el ejemplo más sensible), genera una alza de precios. Este no es un factor determinante de la desnutrición y el hambre, ese factor es la pobreza misma (o no se han fijado que los países que más consumen son también los países que más producen?), pero sí un factor agravante.

Ante estas objeciones válidas, hay otras a las cuales considero erradas y moralistas. Nacidas del puritanismo, de la izquierda comunista pero también de la derecha religiosa. Pero eso lo abordo en la segunda parte de este ensayo.