Toda su vida giraba en 15 cuadras a la redonda. Sabrina por fin había conseguido su tan buscado PH en el corazón de Palermo Soho. Había tardado más de 2 años en encontrarlo y por supuesto que tuvo que pedir un préstamo mayor por la suba del valor del m2, especialmente en esa zona.
Uf!, la mudanza fue agotadora. No sólo tuvo que trasladar todos sus muebles, adornos, ropa y su super colección de zapatos, que incluían unos Prada de su único viaje a NY en el uno a uno, si no que había decido mudar allí su pequeño estudio de arquitectura. Después de muchas cuentas, pros y contras, concluyó que de esta forma llegaría más cómoda a pagar mensualmente la cuota del crédito, y además ya no tendría que salir nunca más de su adorado Palermo.
Su primera noche en el PH reciclado de Palermo Soho, fue muy movilizante. No lograba dormirse de la adrenalina que sentía le recorría las venas. Pero a pesar del cansancio que tenía al día siguiente, se sentía plenamente feliz. Se puso unas cómodas zapatillas All Star, unos jeans levi’s bien gastados y una musculosa blanca que le resaltaba las lolas, y salió a recorrer su nuevo hábitat. Sintió tal alegría al abrir la puerta de casa y encontrarse con la Plaza de Costa Rica frente a sus ojos, que fue como si le agregaran años a su vida. Al menos así lo sintió. Estaba en el centro neurálgico de la nueva zona fashion-bohemia-renovada o arruinada de Palermo, según quien la mire. Los tradicionales propietarios de las casas chorizo se dividían entre los que protestaban por la ocupación de plazas y veredas por puestos de venta de cuanta cosas usted quiera, y los que vieron el negocio de sus vidas en vender o alquilar sus casas para locales de ropa de diseño, lentes de sol, restaurantes, heladerías, tiendas de libros y hasta una franquicia de un gimnasio de varios pisos. Pero Sabrina no registraba la gente del viejo “Palermo Viejo” en chancletas y camiseta en los portales de sus casas. Simplemente no los veía, eran transparentes. Sólo miraba los lindos cafecitos con gente muy moderna y super copada tomando sus Light breakfast en las veredas, con preciosas gafas de sol multicolores, y mezclados entre los más variados turistas, rubios y altos, en especial los europeos, las madres cool paseando a sus hijos en cochecitos cool tambien, la vieja calesita carente de todo tipo de mantenimiento, lo que la volvía aún más auténtica, los jóvenes diseñadores que mostraban sus prendas en los puestos de la feria, y las parejas gays paseando de forma extremadamente fashion por las calles.
Lo que no notó en eses momento, fue que había sido detectada por los radares del “CAPS”: Comando Anti Palermo Soho. Sus días de plena felicidad estaban contados. Esos mismos viejitos que tomaban mate con su mejor pijama en las puertas de sus casas, estaban agrupados en un extraño movimiento, liderado por una mujer mayor con cara de pocos amigos. Su trabajo de inteligencia era perfecto, pasaba totalmente desapercibida mientras paseaba a su viejo perro gris con pullovercito de lana bordó, mientras iba recolectando datos de sus informantes. Los viejos estaban chochos con su nueva función. Tenían una ocupación luego de tantos años de no hacer nada, y además un objetivo en común: recuperar su “Palermo Viejo”, con lo cual, los nuevos vecinos debían retirarse. El plan era ridículamente macabro, y se pondría en acción el día D . Muchos no podían dormir (menos que nunca) de la emoción y andaban como zombies de día, por las plazas y calles terminando de recolectar la información necesaria para el lanzamiento del plan.
Sabrina, ajena a todo este movimiento, seguía flotando de café en café, se sentaba en las plazas a pensar los detalles de sus proyectos laborales, porque allí se sentía realmente inspirada, se daba algunos gustitos en los locales de ropa y diseño de alta onda en la calle Honduras, y disfrutaba de su Palermo Soho a pleno. Así los días transcurrieron en el mayor de los idilios para Sabrina y en la máxima expectativa para los miembros del CAPS.
Hasta que llegó el día D. Los viejos se despertaron a las 5 de la mañana, un poco antes del amanecer. Cada uno cargó en su bolsa de compras el material elegido para constituir la primer plaga: pañales de adulto….usados. Cada “soldado” tenía como objetivo cuatro o cinco puertas de los “Soho Vecinos” como los llamaban, que habían estado marcando en la fase 1 del plan. Moviéndose muy rápido, con una vitalidad que no sentían desde hacía años, los depositaron en las entradas de su casas marcadas, cual Dios mandando la primera de las siete plagas en Egipto. Así se sentían. Como dioses disfrutando a más no poder de esta dulce, aunque ecatológica venganza.
Esa mañana Sabrina se despertó antes de que sonara el despertador, por el grito de una de sus vecinas, que al salir a la puerta de calle, tropezó con un “regalito”. Un rato más tarde, al salir, se cruzó con esta vecina que aún no salía del shock, y le contó lo sucedido. Sabrina enmudeció, no podía entender cómo pasaba algo así en la puerta de su casa, y en el barrio más top de la ciudad. Un tiempo después, cuando estaba desayunando en su Resto-bar preferido en la esquina de la plaza, no pudo evitar escuchar la conversación de la mesa contigua.
Discúlpenme que los interrumpa –dijo Sabrina asomándose por el respaldo de su silla- ¿Uds. también encontraron un pañal sucio en la puerta de su casa?, porque en la puerta de la mía pasó lo mismo- el hombre, compungido, le contó que también había escuchado a un barrendero charlando con el dueño de la panadería, comentándole que había visto varios pañales tirados mientras barría las hojas. A Sabrina le corrió un escalofrío por toda su columna, y pensó horrorizada, como podía pasar esto en Palermo Soho.
Al día siguiente mientras tomaba mate en su cama y prendía el noticiero como todas las mañanas para ver el pronostico del tiempo, se quedó perpleja con la tostada a mitad de camino, el titular decía – “Misteriosas cataratas amarillas” y una notera relataba como varios vecinos de Palermo habían sentido un fuerte olor a pis mientras que unas extrañas corrientes de pis se trasladaban por las veredas y alcantarillas al amanecer. Ese día no salió de su casa…no podía creer que la noticia la pasaban en todos los noticieros de la mañana, mediodía y noche.
Los viejos estaban maravillados con la difusión de sus acciones, y eso que no habían contratado a ningún agente de prensa.
El tercer día, la plaga fue la más asquerosa de todas, como todos los vecinos se imaginaban, fue exactamente eso lo que se encontraron al salir de sus casas, MIERDA en todo sentido. Sabrina había dormido muy poco y mal la noche anterior, y esa mañana al prender la tele, se puso lisa y llanamente a llorar. Nunca se había sentido tan angustiada, ni siquiera cuando su novio la había dejado por su mejor amiga… cómo podía pasar una cosa así en Palermo, no dejaba de repetirse, el gobierno tiene que hacer algo pensó. Y llamo al 0800 de la ciudad de buenos aires. Luego de 12 minutos de estar en espera, una muy poco amable operadora le tomo el reclamo, y le comentó que ella ya había atendido como 25 denuncias similares, que de acá a 30 días como mínimo, podía llegar a recibir un llamado de un inspector para ir a chequear el asunto…
30 DIAS!!!! -Grito Sabrina en el teléfono, sin darse cuenta que eso la dejaba en el último de los lugares de los reclamos del día. Y sin más por hacer cortó.
Los viejos seguían festejando sus logros, era el plan perfecto, cero costo y máximo rendimiento. Podían extender el plan cuanto tiempo quisieran, tanto como sus cuerpos se los permitieran, pensaron. Hasta el momento ninguna autoridad había ido a chequear que sucedía en la zona, con tantos problemas importantes, este era la prioridad 1100.
Así fue como pasaron las semanas y los viejos iban alternando las plagas. Las inmobiliarias no paraban de recibir llamados de gente que ponía a la venta sus casas. Los precios del m2 en la zona bajaron estrepitosamente. Sabrina había entrado en una profunda depresión, no podía sentarse a trabajar, se desconcentraba fácilmente. Ya ni le quedaban fuerzas para llamar al 0800 para seguir su denuncia. La policía nunca había podido detectar a los agresores. Sabrina cansada de tanto olor y asquerosidad, puso también su tan deseado, buscado y remodelado departamento a la venta. Valía exactamente la mitad del inflado precio que ella había pagado. Los restaurantes de la zona empezaron a perder plata, los negocios de diseño comenzaron a cerrar, ya nadie paseaba, los puesteros de la feria y veredas se llevaron sus mostradores a otras zonas.
Finalmente Sabrina vendió su casa, la compradora fue una viejita que tenia un modesto y venido a menos departamentito a la vuelta pero con la plata que le quedo de la herencia y pensión de su marido, y, aprovechando el buen momento para comprar en Palermo, se convirtió en la nueva dueña de su hermoso PH. Lo primero que hizo al mudarse fue colocar la cucha de su viejo perrito gris con pullovercito de lana bordo en el patio de su hermoso y nuevo departamento del, otra vez, Palermo Viejo.
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