Las estrellas se caen emulando a la lluvia, igual que los sentimientos de nuestra gente, marchitos de desesperanza.
Los ojos rojos anuncian la entrada triunfante de un sol sonriente y bondadoso, casi como un padre amoroso.
Hoy descansa el alma, los himnos inundan la mañana de los pobres, sus hombros castigados a fuerza de látigo, cargan a sus hijos radiantes de alegría y ternura.
Un canto de esperanza se eleva e ilumina el paisaje de cenizas.
El viento juega en el monte, el cual mira desdeñosamente al rocio confundiéndolo con las lagrimas de héroes convertidos en mártires.
En este día las hojas bailan alegres, mientras mas cansadas manos de las madres arrullan a los niños al compás del río.
Las playas brillantes lucen, celosas, sus arenas doradas, abrazadas por el implacable sol.
Hoy los hermanos juegan a la paz, a la tranquilidad, mientras remiendan sus ropas gastadas por el trabajo.
Las humildes iglesias refugian gallardamente las esperanzas de nuestro pueblo degradado a ghetto, nuestros niños se persignan, mientras los amorosos padre acarician su cabello.
La celosa mina, protectora de intereses materiales de los capataces, se desmorona en soledad, igual que una caprichosa niña.
Los desnutridos caballos toman agua, mientras los perros juegan con sus largas y maltratadas colas.
Este día comeremos, beberemos y bailaremos para mañana morir dentro de las fauces de la bestia con una mano en el corazón y la otra sostenido el martillo.
Fuimos, somos y seremos mineros, nuestros rostros tiznados reflejan nuestras vidas, pero contradicen nuestras ilusiones y esperanzas.
Se acerca la noche, hoy dormiremos abrasados de nuestras mujeres, esperando, rogando a Dios por un mañana mejor, por mirar a nuestros hijos y los hijos de sus hijos.
Al parecer mañana será un día nublado, solo espero no morir dentro de la mina.
Solo espero vivir un poco más.
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