Invierno en el Conurabano bonaerense: La noche fue cerrando el día, el frío acuciaba orejas y narices. La calle bramaba su silencio, el rocío poblaba la atmósfera. Sus pasos eran firmes, enérgicos, para la edad que llevaba en sus maletas Ubaldo.
El cansancio llegó a la otra calle, justo a la vuelta de la esquina…ahí lo esperaban la dos malandras, que vieron la oportunidad de hacerse la noche robando a ese anciano.
- Che viejo, dame todo lo que tengas – le gritó al oído el orejudo, que tendría unos 18 años.
Lo miró, y siguió su camino, como si nada. Fue en ese instante que intervino el narigón, un rubio de 20 años.
- Él, te habló, no te hagas el pelotudo.
Ya ni los miró, siguió caminando a paso firme hacia el Hogar un geriatrico donde se alojaba, que estaría a unos cincuenta metros.
El orejudo hizo una pirueta y de un salto le colocó el cuchillo serrucho en el cuello amenazándolo con seccionarle la yugular, el narigón lo hizo doblar golpeándolo en el estomago.
- Ahora, si viejo de mierda, danos la plata, si no te vamos a cortar, ¡eh! entendiste ¡eh!
- Sí, si entendí, corréte que la saco del bolsillo interno. - El malandra confiado aflojó el cuchillo, esa actitud permitió que Ubaldo con inusitada rapidez extrajera de su bolsillo una pistola 38, que gatillo a quemarropa sobre ambos jóvenes. Por las dudas los remató de un tiro en la frente a cada uno. Guardó el arma y siguió su camino y entro al Hogar como si nada.
Al otro día, Abelardo comentó la noticia en los diarios.
Dos muertos rematados. “Típico ajuste de cuentas”. Se sospecha de pelea entre bandas antagónicas.
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