La niña, tirada en su cama, se retorcía de dolor de panza, -¡Algo pega'ito tendrá en las tripas!- gritaba desde afuera la abuela Tila. Se veía ir su jorobada figura por entre los arbustos, a la esquina mas húmeda del huerto, bajo el Sauce Llorón, cortando con gran cuidado nada mas que tres hojas y llevando a la cocina aquel principal componente para ponerlo a hervir y preparar la milagrosa infusión. –¡Ya voy Juanita!, espera que le eche al azúcar un carboncillo ardiente de ulmo-. Juanita, ya pálida y con los ojos hundidos, fue sorbo a sorbo bebiendo aquel néctar preparado dulcemente por su abuela, el cual milagrosamente hacía efecto. –Abuelita, cuándo me darás el secreto de tan rico remedio- musitaba la pequeña, -El secreto- …-No hay secreto mi niña, solo ve a la esquina del huerto bajo el Sauce llorón, hay una plantita verde oscuro que despide un dulce perfume inconfundible, solo corta nada mas que tres hojitas y…-Pero abuelita-, interrumpió la niña, cómo se llama esa planta y cómo hago para cuidarla, no te preocupes mi niña, el Sauce Llorón es quien la cuida día tras día y por las noches la rocía con sus dulces lágrimas y por eso él la llama mi “Yerbabuena”…