Padre Alberto:
La noche es humeda aca en mi puerto, me amarra a sus condenas justas, pide que de mi aflore el verso, nazca la metrica y sus porquerias, esta noche, es a usted padrecito a quien escribo, desde la soledad de mi barco derribado, desde la desverguenza que tiene el humanismo y sus valores morales, aveces sin tapujos.
Los miradores guardan comedias bestiales, amantes que lloran sobre desgarrones de pieles sudadas.
Pido perdon padre, si me dejo embriagar por los licores amorosos en esta carta, le juro, por lo que mas quiera, que es absolutamente necesario.
Somos complices de un pasar profundo y encolerizado.
Es usted el amante mas longevo que desviste el cuerpo acaloradoy lo deja manso, sereno, con compañias musicales, con festines gratuitos, con inocencias abstemias.
Se que era tan joven, solo 17 años, hacia de mi vida, voluntad y fuera, sensualidad y triteza. Era una niña que fumaba malboro, tomaba wisky encerrada en su pieza y escuchaba a Serrat en la imapciencia turbulenta, Ahora fijese usted Padrecito que tenia un amante, usted, con su sotana que hiere, con su crucifijo que espanta.
Los aires panteoneros de este puerto acaloran los sentidos, diosifican el sentir amoroso, sueños de su boca, de su frente, en acomplejada contemplacion. Todo estoera un juego un juego que va cayendo al vacio, y se divorcia de las leyes naturales de la vida, se despoja a gritos de pieles que incomodan y quieren ser uno solo, solo uno.
Nace depronto el miedo y nos congela nos mantiene con el temperamente en el suelo, con la mirada perdida turbia, distraida, cuantas veces quisimos anesteciarnos contra dolores postumos, vivir un momento estatico en un segundo infinito, urgetiar por todos nuestros rincones y cavar alli nuestra propia tumbay escondernos de todo, safarnos de tu imagen religiosa y la mia de niña colegiala.
Como quise Alberto mostrarte que soy tu santa, la que cada noche vela por ti en obscuridades cavernosas, la santa que no pedia nunca altares, nunca flores, nunca rezos, solo de ti besos, soledades compartidas, dulces, niñerias.
Como quise Alberto, abrir tu cielo y pedile a bien tu sabes quien, permiso solo un segundo para pasear contigo de la mano, por este puerto que enrarece todo, que desquicia la emociones, que acobarda finalmente y te deja con tus manos fertiles y el cuerpecito blandito.
Se Alberto, lo doloroso que fue para ti, porque yo solo era una niña, que veia en ti un amante, que cortejaba tus deseos, que seducia tus formas.
P.D:
Alberto, tu hijo Antonio, grita por las noche tu nombre, quiere besar a su padre. Yo solo le digo que vendra, no se cuando, pero si se que vendras. |