No es cierto que sean de nadie.
Cual si fuese una puesta en escena, el cielo ya ocupa su lugar, las estrellas ya habían hecho su aparición, y fue en ese preciso momento, en que, un haz de luz rayó el firmamento.
A él, se le escapo la voz enunciando una oración, las palabras le brotaron como el agua que a tropel se derrama por la cascada. Sin embargo, el discurso que delató sus pensamientos, fue tan fugaz y lóbrego, como los cadáveres de las estrellas que conformaban la estela que marcó el oscuro cielo por un breve segmento de tiempo
Ella, que en ese justo instante, se encontraba a su diestra, más por un accidente de coincidencias; que por un consenso de voluntades, le miró y asintió, con la resignación del sentenciado al exilio, con la horrible sensación de estar añorando; no el estar, sino, el Ser.
No hubo nadie que detuviera a una lágrima suicida, que en su precipitado trayecto escindió el rostro de Ximena, fue letal el impacto al encontrarse con la comisura de unos labios.
Él repitió lo dicho con un susurro casi inaudible.
Su voz se escuchó como un oscuro y quebrado lamento.
No pidas un deseo.
No generes esperanzas.
Todas las estrellas fugaces tienen dueño.
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No es cierto que sean de nadie.
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