De modo que ya no tenía salida, el trecho concluía en una cloaca que colindaba con el mar. Su error había sido desunirse de sus camaradas y elegir otra ruta al azar; ahora estaba perdido. Lo más irónico del asunto fue que era su primera vez en el oficio y ya era un fracaso total; había caído en su primer atraco. Un remordimiento rígido acudió a su temperamento, se maldijo y dio unas golpizas de furia a la muralla que impedía su escape. Los tres policías venían por él con una sonrisa de victoria e ironía, estaban estrictamente blindados; Marcos no podría contra ellos, no llevaba ni una navaja y su estatura no ayudaba mucho; por lo que atinó a entregarse, no tenia otra salida.
Ante los policías argumentó que necesitaba el dinero para la operación de su madre, que las deudas y los líos de familia lo tenían turbado y solo quería ayudar y equilibrar su vida, y era la primera y ultima ves que hacia eso. Los policías no entendieron, ya se sabe como son de rudos; además, Marcos no traía dinero, por lo que un chantaje le seria inútil.
Intentaron esposarlo, pero se resistió con una forma modesta y educada, como queriendo pedir una nueva oportunidad, no lo volvería a hacer jamás. Mientras los policías forzaban sus brazos, marcos vió una ola inmensa que venia hacia ellos, a una velocidad atropellada, unos segundos después sintió un temblor que acrecentaba cada segundo, la agitación provenía de la tierra; supo que no era otra cosa sino un simo; cuando empezó a preocuparse y sentir el espanto desesperado, los policías ya habían echado a correr aterrorizados por aquel suceso; él hizo lo mismo, salió disparado del lugar hacia una zona mas segura, donde podía alegrarse de su suerte y calmar el espanto.
Había sido un terremoto fatal, cuando llegó a su casa por suerte todo estaba en orden; su madre zurcía una bufanda en el patio, sus hermanitas forjaban la labor escolar en la mesa de cocina, todos actuaban como si nada hubiera pasado, en sus ocupaciones de rutina se notaba un total desinterés por lo que pasaba en el exterior del hogar; a marcos le extrañó toda la tranquilidad, pues toda la ciudad estaba hecho un caos y su familia continuaba haciendo lo suyo alumbrándose con unas cerillas que erguían en los ángulos de la casa.
__¿que has traído hoy marquitos?__interrogó la madre con una voz gangosa y algo amarga. Su mirada carecía de cortesía.
Marcos no dijo una sola palabra, se dirigió a la cocina y alborotó algunas ollas; al no dar con ningún alimento ni una fruta rancia, puso una mueca de molesto y se dirigió a su habitación.__Aquí no habrá comida si no traes algo pa la casa, ocioso de mierda__añadió su madre, en son de buenas noches.
Al día siguiente, marcos se llenó de valor y convicción, ya era suficiente, había que cambiar; abandonó su hogar rumbo a las agencias de empleo o a buscar algo por ahí. Mientras caminaba surgía de su mente unas fatales deducciones, no conseguiría nada en aquella ciudad, pues todo estaba hecho un caos, nadie querría dar empleo en esas condición. Mientras digería su lamento pateando piedritas en las calles advirtió un bus lleno de alimentos y ropas, las gentes se acumulaban en la puerta, solicitando alguna porción de víveres, algunos empezaban a utilizar la violencia tras una lenta atención, otros saqueaban a escondidas. Marcos no lo pensó, corrió hacia el bus y se sumó al grupillo de saqueadores y tomó una buena porción de víveres y ropas usadas, tomó todo lo que pudo cargar y huyó perdiéndose entre la masa.
Cuando traspaso el umbral de su casa, sus hermanitas se le vinieron encima, lo llenaron de besos y golpecillos de cariño y, por primera ves le dieron las buenas tardes. Marcos se sintió respetado, hecho todo un hermano mayor. Su madre la abrazó calurosamente, la besó dos veces, le dijo que si quería podía darse un baño, o prefería descansar y esperar a que le preparara un buen guiso, su favorito, tallarines verdes con arto queso.
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