Distinto tiempo
En una calle sórdida de adoquín desparejo,
Miro a unos niños hacer sus fogatas,
Comer camotes calientes a las rojas brasas
De seco leño y amontonadas hojarascas.
En esa prefabricada hornalla de pobres noto
De la infancia cuál inmenso reflejo
Que durmió cantándole a mi alma
Con resuellos de un adolescente inquieto.
A viento en flor, entre hojas volátiles e inconclusas,
Sobresaltados de ansias en sus raíces,
Meneando sus cabellos, ensuciando sus remeras
Los niños juvilean a San Pedro y San Juan en sus fogatas.
Contentos de poder tocar el cielo,
Los veo jugar pateando una lata,
Robar peras maduras, jugar una rayuela,
Pelear con bollos de barros.
En el resonar del pateado tarro
Pongo oído, y el tiempo frenéticamente
Canta de lado a lado las cenizas del recuerdo,
Como arpegio de tripa delirante
En un laúd fresco y sonoro.
Mientras el crujir del ramaje eleva un desafío.
Arde la torre de palos y yuyos en estío,
Arde aquel espantapájaros en cruz.
Pobre corazón de aserrín, pobre máscara con rush.
De pronto, me tumba la tristeza, todo es naufragio
En esos rincones de mustios encajes y sombras tiesas.
Sufro mal el desamor de un sueño.
¿Romanticismo y cursilerías viejas?
¡Vamos! ¿Por qué no pueden ser ellos los dueños?
Del jugar y trotar calmos.
Rejuvenece los tocados de otros días:
Un ayer tuyo, es para ellos un todavía.-
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