Viví seis años en amor y armonía con mi esposo, hasta el día en que volví a casa .y encontré la puerta abierta. En la mesita de la entrada estaba el manojo de llaves sobre un papel con un breve mensaje.
Después de leer la nota, el asombro me hizo pensar en otra de las bromas de Gerardo, pero luego noté que en la sala faltaba el cuadro de la bailarina oriental, su preferido y me alarmé.Esa tarde me avisaron del banco que nuestra cuenta estaba en rojo.

Suicidio declararó la policía. Buscaron el cuerpo en vano durante dos semanas y a los tres meses se cerró el caso. Resultaron inútiles mis enardecidos reclamos¿un suicida se lleva un cuadro, un suicida retira todo el dinero del banco el día anterior a su "muerte"?
La policía no entendía razones, para ellos su coche encontrado junto al río y el mensaje dejado en casa, eran pruebas suficientes de que se había quitado la vida.
Pasaron cinco años hasta que pude asimilar la idea de que había sido abandonada en la forma más ridícula.
El verano pasado acepté la propuesta de mi hermana para pasar las vacaciones en su casa en Saint Johann. Alquilé un coche y partí hacia Austria desde Trieste, donde resido. Me sentía relajada y tranquila.
Al llegar al pueblo me detuve en el centro para comprar un regalo y en el negocio me atendió una mujer de mi edad, que parecía ser la propietaria. Elegí una hermosa caja de madera con bordes de plata y mientras esperaba que la vendedora lo envolviera, vi sobre un estante la foto de un hombre; era Gerardo quien me sonreía. Levanté la vista muy turbada y entonces noté una sombra en la pared que delataba que allí había habido un cuadro hasta hacía poco.
Quedé como hipnotizada llevando mi mirada de la pared a la foto y de la foto a la pared. La mujer tuvo que repetir tres veces que el paquete estaba listo.Lo tomé automáticamente a la vez que señalaba la foto:
¿Quién es ese hombre?
Ella se mostró muy sorprendida, enarcó las cejas y luego me contestó con voz apagada, que era su esposo, fallecido hacía dos meses.
Entonce le pregunté si por casualidad el cuadro que había habido en esa pared representaba a una bailarina oriental.
Me miró estupefacta. Le habían subido los colores a las mejillas pálidas.Tardó en responder.Tragó saliva.
"Sí,¿ cómo lo sabe"?
Entonces le revelé que yo había tenido su mismo marido y que hacía cinco años se había "suicidado" como el suyo.