Pablo se levanto con un hambre que se comió un pollo entero y un litro de soda. Eran las cinco de la tarde, hace tres horas que se había quedado dormido y había echo un pequeño viaje al mundo onírico, soñó con un mar esplendido, y sus olas tenían un vaivén de pausas insumisas mas marcadas de lo normal, la transparencia del agua era excitante, el podía mirar peces, estrellas marinas, algas y otras criaturas a cientos de kilómetros de la playa, por la transparencia que ya había mencionado; pero lo que mas le llamaba la atención era su caracol de cristal, pues en sus sueños este caracol podía flotar sobre las olas y su transparencia se confundía con la del agua, pero Pablo no le perdía de vista, le daba mucha gracias ver como el caracol se sonreía con el.
Eso fue lo que recordaba de sus sueños, era asombros que desde que le regalaron su caracol de cristal soñaba con lo mismo a diferentes horas del día, Pablo meditaba mucho en ese hecho. Pasaron varios días y pablo se dejaba ilusionar por ese mar de agua transparente, por ese sol que ni quemaba ni dañaba la vista, ese paisaje que hacia soñar a cualquier hombre que hubiera perdido sus sueños. Un día pablo al despertar de nuevo, se dio cuanta que solo a la orilla de esa playa era realmente feliz, entonces echo una sobredosis en su pipa de cristal, la cual tenía la forma de un caracol. Pablo luego llego a su ansiada playa para estar ahí por siempre el y su único amigo el señor caracol de cristal.