EL CLUB DEL TRASNOCHE
...faltan 17 minutos para las tres de la madrugada... Estamos en el “Club del Trasnoche” de radio Primerísima...
La penumbra de la habitación sólo era rota por la luz tenue del radio-reloj y el suave resplandor de una luminaria exterior a la casa. En el lecho matrimonial se dibujaban los bultos de una pareja que, al parecer, dormía profundamente.
...esperando su llamado al cuatro, cuatro, sesenta, sesenta y nueve, para que nos entregue su experiencia o, simplemente, una opinión...
En verdad, Ana no dormía. Hacía siglos que había esperado a que Pedro se durmiera para encender el receptor de radio con el mínimo volumen, para no despertarlo, y empezar a recorrer el dial en busca de palabras y sonidos.
...estamos conversando sobre la vida de parejas, la vida conyugal a través de los años. Este es nuestro tema de conversación de esta noche...
En las últimas semanas se había acostumbrado a este programa y, aunque nunca se había atrevido a llamar, se sentía un miembro más del “Club del Trasnoche”. En una ocasión había tratado de compartir con Pedro uno de los temas planteados y este se enojó y le hizo apagar el radio. -Son leseras de gente amargada- le dijo. Se quedó unos instantes contando los ronquidos del hombre. Sentía su espalda dura, enorme y molesta, que la seguía por el lecho en busca de su calor. Se negaba a reconocer que durante las últimas semanas había empezado a sentir rabia contra su compañero. Mucha rabia.
...A ver!...tenemos un llamado... Buenas noches... ¿quién llama?...
...¡Buenas noches!... Habla Carmen...
...¡Hola Carmencita!... ¿De qué comuna nos estás llamando?...
La mayoría de los llamados eran de radioyentes que ya se reconocían por su voz. Ana pensaba que el mundo era bastante pequeño. Muchos de los que participaban, tres de cada cinco, tal vez, eran guardias o serenos de empresas que llenaban sus noches opinando sobre cualquier tema y aprovechaban la ocasión para pedir que “alguna dama solitaria” se comunicara con ellos.
...y ya tenemos cuatro años de casados y, la verdad, es que me tocó un marido de lujo. Hemos tenido algunos pequeños roces sin importancia... creo que son normales ¿no?... pero me siento muy feliz... con decirle que todavía suele llegar con flores o algún presente, a veces...
Hizo un esfuerzo para transportarse a los primeros años de matrimonio. Se habían casado “de apuro” a causa de la Carlita. Al principio Pedro era todo amor y simpatía aunque no podía recordar si alguna vez le trajo flores. Parece que en una ocasión llegó con unos chocolates, medio derretidos...
...Habla Jaime. ¿Sabe? Al comienzo todo es color de rosas. Pero después de unos años la mujer empieza a relajarse y ya no es la misma. No se si es por culpa de los hijos o de los partos, pero se despreocupa de sí misma y uno ya no la encuentra tan atractiva...
-El Pedro está gordo- pensó. Hasta hace poco yo me cuidaba y creo que me sentía atractiva, pero parece que el amor se enfrió por otras cosas... tal vez la Mary, esa de la bodega... Ana se sentía desplazada, utilizada, como un mueble o un robot. Era normal que se acostaran luego de haber tenido una discusión, casi siempre por tonterías o cosas de los hijos. En esas ocasiones se quedaba haciendo cualquier tarea sin importancia esperando a que Pedro se durmiera.
...Pero no tengas temor, Patricia. En este programa somos todos amigos. ¡Vamos, atrévete!
Bueno... el asunto es que... mi pareja me critica por lo que el llama “la rutina”... Dice que soy muy conservadora, porque el siempre me propone o me pide cosas nuevas... lugares, posiciones... yo no se si estoy equivocada pero...
¿Cuánto tiempo que no hacían el amor? Como antes, como al principio cuando Pedro andaba con ese olorcito rico y le decía palabras bonitas. Cuando la acariciaba y le daba esos besos “que ya no me acuerdo”. Un calorcillo le subió a la cara; recordó aquella vez en que casi, casi sintió un orgasmo que no pudo atrapar. En los últimos años era muy raro que Pedro se pusiera romántico y, casi siempre, era porque se había embriagado con ese vino que ella no podía soportar. Entonces lo aceptaba para no pelear. Hasta fingía que le agradaba, pero no habían palabras tiernas ni a él parecía
importarle si la satisfacía. Lo triste es que pensaba que aún lo amaba y no soportaría perderlo. O, tal vez, ¿no soportaría quedarse sola? Pero ¿qué más sola? De un tiempo a esta parte los niños vivían en su propio mundo, de amigos, pololeos, la universidad... especialmente el Pedrito que había sido el más apegado a ella, que incluso la cansaba con sus cariños.
... la cuestión es que mi marido prácticamente me tiene secuestrada en mi propia casa. No permite que tenga amigas, ni pensar en amigos, y me siento realmente ahogada...
Alguna vez quiso plantearle a Pedro su deseo de estudiar, de hacer algún curso y poder trabajar. Nunca lo hubiera hecho. _ ¡Yo soy el jefe de familia! _ le gritó _ y soy capaz de mantener la casa. Además, es una excusa para salir y quién sabe qué otras cosas más. Y eso fue todo. En verdad, si se quedara sola no sabría qué hacer. No tenía profesión, no había terminado sus estudios por causa del “casamiento de apuro” y esta situación la oprimía y amargaba. Desde su adolescencia había soñado y planificado un millón de cosas. ¿Casarse? ¡No antes de los 25 años! Primero estudiar, ir a la universidad, sacar su título de... de dos o tres profesiones que ya había olvidado. Tal vez conocer otros países, salir y divertirse... Conocer mucha gente, hombres... Nada. Allí estaba, dependiente, inmovilizada, mintiendo amor y sentimientos.
... y estos últimos años mi marido me ha tratado como un mueble, como una cosa... y yo tengo que aceptarlo y estar siempre disponible para él para cuando se le antoja... me cela, revisa mis ropas... quisiera que se fuera, que desapareciera, que... perdóname diosito... que...
Su mente se nubló durante un tiempo indeterminado. Le pareció que se elevaba y se miraba a si misma, pequeña y frágil. Lentamente, con un mínimo de ruido, marcó el “cuatro, cuatro, sesenta, sesenta y...”
... A... Aló... habla Ana... Pa... parece que el Pedro se ahogó con la almohada...
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