Las dos figuras rojizas de aspecto masculino miraban para arriba apuntando sus arcos, en una actitud entre temerosa y hostil. Atrás y como a cargo de la situación, una mujer pintada de negro gesticulaba señalando con sus manos el cielo. Parte de un techo de paja y barro asomaba en un rincón de la imagen, emergiendo de una jungla verde y profunda.
La fotografía fue tomada desde un avión que sobrevolaba un rincón recóndito del Amazonas y corresponde a una de las únicas tribus que en pleno 2008, no ha tenido nunca contacto con el hombre moderno.
De la era de piedra, a la fotografía y de allí a un diario que leí en internet. La noticia me fascinó y pasé algunos minutos viendo la foto, imaginando la vida de esos seres y maravillado de que su visión del mundo y del tiempo fuera –de seguro- tan distinta a la nuestra.
Mientras manejaba en medio de un caos de tránsito infernal, les conté la noticia a los chicos y enseguida se sucedieron algunos comentarios. Su sed de historias me ha dejado casi vacío de anécdotas y ésta se presentaba como una buena oportunidad para captar su atención e incentivar su imaginación.
Tomás tiene ocho y Dimas cuatro años. Escucharon expectantes, desde el asiento trasero medio desvencijado.
-Esa gente vive de la caza y de la pesca, no salen a la oficina como mamá y yo, les expliqué, como para que se empezaran a hacer a la idea.
- ¿Y qué comen?, preguntó Dimas con su voz chillona tan peculiar.
- Todo lo que puedan cazar o pescar con arcos y flechas.
- ¿Cazan pájaros?
- Obvio, Dimas, sobró Tomás.
- ¿Patos?
- ¡Y sí, Dimas! Terció su hermano mayor otra vez, un tanto impaciente.
- Entonces deben comer todo el tiempo palomitas de maíz, ¿no?
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