una y otra vez, en cada bar, en cada colectivo. los ausentes viven despreciándome en citas nunca concertadas pero demasiado latentes. miro la avenida con la ansiedad del perro en la casa de mascotas. vuelvo a recorrer las mismas cuadras. ando por ahí sin buscarlos pero sabiendo que ando para encontrarlos. siempre me quedo esperando a que nadie venga.

¿y porqué iba alguien a acudir a un llamado sin palabras?

y de todas formas: ¿de qué valdría que alguien viniese por las mismas vulgaridades de siempre?
(pero aquella chica que simula leer en la mesa junto a la ventana parece estar esperando...)

¿cuántas veces, engañados por determinados rasgos, habremos estado esperándonos en el mismo sitio sin darnos cuenta que nos habíamos encontrado?

siempre estoy llevandome mal con los ausentes. como reprochándoles que ya no estén aquí.