Huelo el aroma de un sueño. Entre nubes plantadas en el cielo percibo tu rastro. Son momentos de algo que esta por partir hacia el futuro, momentos que vendrán mañana a estrellarse sobre mi cara o tú cara, o la cara del mundo que nos rodea.
Te escribo desde la vieja sombra que me cobija, espejo del mundo en que te guardo cada noche, silencio que te protege del frío, del mar, del fuego… Te escribo desde el corazón sediento, inmenso amanecer atiborrado de sueños de tu cuerpo, sombras de una flama que seguirá brillando aunque intenten apagarla.
No soy el niño que tomaba tu mano antes de cruzar el vació, ni el viejo que tropieza con sus propias ansias tratando de llegar al otro lado, huyendo de quien sabe qué antiguos miedos… Soy el hombre que camina hacia el destino, que se lanza al vacío para volverse sueño, rostro, canto. Para convertirse en una estrella fugaz que cae.
Tiemblo ante tu rostro de mujer…
Tiemblo ante tus labios ansiosos
Sueño que me miras… Que me atrapas otra vez.
Vuelvo a escuchar la nota que me atrajo a ti.
Estoy condenado a gritarte cada día, a esbozar una sonrisa que nadie siente, sólo yo, me condeno a ti: un amor que me oprime con el tiempo, ese mismo amor que mata y consume, que desgarra y libera, que es más fuerte como la muerte.
Te hablo desde mi propia ilusión, prisión de sueños donde el tiempo no tiene cabida, donde las versos no se cantan como en otros tiempo, te hablo desde la celda de mis ojos donde las visiones consumen los corazones sedientos de amor. Aquí estoy…
Un día seré como el mar para envolverte, para aprisionarte a mi. Seré como el mar para llamarte, para llenarte, para ahogarte en mi inmensidad, para que me recorras y nunca encuentres otra isla donde posar tus ojos, el día menos pensado seré como el agua que acaricia tu piel y entonces me verás y sabrás que me perteneces… |