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El día comienza casi como todos los demás, y digo casi, por que me he percatado, acaso por primera vez, que se encuentra desnuda, hermosa si se quiere detalles।Pienso en decirlo, pero las palabras se desparraman por los ojos, que disfrazo semicerrados.Me gusta observarla sin que ella lo sepa.Aunque siento, que siempre ha sabido cuando hago esto último, pero nunca lo dirá.Yo tampoco.

Se va de la pieza, cargando el arsenal arcano y celestial que tiene por cuerpo, en un pequeño calzón negro, que realza ese pulposo templo que colonicé hace unas cuantas horas, y por unos cuantos minutos, después de tanto tiempo de solo tocarlos con la mirada maltrecha y erecta, de mis ojos y mi pene respectiva y alternadamente।

Yo me quedo acostado, renovado, aturdido, miserable, perezoso y lleno de ego justiciero. Si, justicia es lo que mejor calza, después de años de miradas clandestinas, de militares intentos de perpetrar en sus cajones de ropa interior, revisando sus párvulos escotes con la intermitente astucia de quien intenta mirar el sol de frente. Años de ser un mocoso con problemas de expresión y erupciones cutáneas, que sufría por esa piel eterna, que se volvía con los años cada vez más saboreable y torturadora. Años que acabaron por destruir, con macabra minuciosidad, una amistad cultivada desde los más tiernos días. Acumulación de tiempo entrampado, en sus movimientos de hembra, que me han llevado a transformar la arcilla de la culpa, en polvo de indiferencia.

Años que han dado el paso al crecimiento de está alimaña maldita, que me carcome hasta la medula, nacida en las tardes de estudio con el Mauro, cada vez que ella aparecía iluminando esa parte oscura de mi, que sólo ahora comprendo; años que han terminado en esta mañana de triunfo, con ella en la ducha, el mauro bajo tierra y yo en la cama, llenando mi cabeza de material erótico incalculable, que servirá para afinar las técnicas masturbatorias, de las tardes venideras de sequía femenina.

Ella se ha levantado, se ha bañado y ahora viste toda de negro, la misma ropa del funeral del día de ayer, se ve grandiosa, su incontrarrestable y cuarentón trasero aún se dibuja circular en esa falda de oscuro color. Lo contemplo como si fuera la primera vez que lo encuentro y siento endurecer, nuevamente, el insaciable hombre que vive bajo mi cintura, pero sus ojos me sacan de ese plano.Me mira, y me pregunta si me voy con ella, en una voz amarga, sudorosa, llena de ternura y con ojos de no haber entendido nada.

Una voz que me hace pensar en la opción gritarle todo a la cara, puta malagradecida, no olvides que el rechinar de tus dientes apretados, fueron consecuencia de mis actos, de mi paciencia, de algo parecido al amor, que el placer que hace unas horas reventé entre sus piernas, es la mixtura del homicidio y la renovación. No hay mejor afrodisíaco que la tristeza y la recuperación. Pero ella se va, no espera palabras y cierra la puerta. Dejándome atrás. Olvidando y desarmándolo todo.

Yo me quedo, pero se donde va. Sigo paralizado en este estado post coito, sintiendo como las cosas se tornan insoportablemente reales, palpables, pero procuro no darle importancia, ya no vale la pena, se que no logrará guardar el secreto, ni entender el sacrificio, es cuestión de tiempo que lleguen las sirenas y los tipos de verde, será mejor esperarlos vestido.

Texto agregado el 04-06-2008, y leído por 76 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-06-2008 La sensualidad de la mujer hecha literatura eleva los sentidos eróticos del corazon y el alma si esto es posible. varonG
 
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