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No se que hora es, pero definitivamente hace frió para un coquimbano, por eso me refugio en un almacén de esta isla, el cual tiene de todo, lo cual me sorprende un poco. Achao, tiene la estampa de un pueblo en donde solo habitan las casas y el viento, y no me imagino a ninguno de esos dos comprando todas estas cosas que miro, mientras recibo el té, que el dueño (que además atiende y sonríe de vez en cuando), creo, me ha regalado




Afuera llueve, adentro comienzo el interrogatorio.



-¿Qué opina del puente del que se habla tanto?
- Tiene que hacerse - Dice en un acento que me hace dudar de su natividad de chilote y de la gratuidad del té que me quema el labio- estamos en una época de modernizarse, de consumismo, tenemos que ser consumistas, la isla necesita estar con los tiempos.



No me extraña su respuesta, lo he preguntado en diversos lados de esta isla, y la respuesta no varía mucho, nada en efecto. Sin embargo, y en la condición de mochilero patudo en la que me he convertido en estas dos semanas de viaje, me duele un poco el hecho, siento que no debo preguntar más, que debo pagar el té, salir afuera, a mojarme, a disfrutar las últimas horas que me quedan acá. Sin embargo, algo me detiene, algo me entretiene....



- Manuel, lleva pá dentro las cajas- le grita a un niño de no más de 13 años, donde su moreno color de chilote se desvanece, en una base blanca que cubre su rostro, y su ancho labio colorado se ve anclado y deformado por un piercing de pesada forma। Sus, ojos entristecidos, por un adolescente esfuerzo continental, se esconden en un oscuro rimel que corre por húmedo por su mejilla. Parece ser una lágrima, pero tan sólo es la pesada lluvia que ha corrido el maquillaje. Por unos momentos creo que estoy de vuelta en mi ciudad, y que en vez de estar a cientos me kilómetros de mi hogar, tan solo estoy en el negocio del esquina de mi barrio, no alcanzó a extender esa idea, cuando con una acento aun mas averiado que el de su padre, me pide que le de un lado, para que sus manos, que terminan en unas uñas pintadas de un negro tan oscuro como el resto de su ropa, tomen las cajas de bebidas que le han pedido cargar.



Decido salir del negocio y pago 200 pesos por el té, la plaza está toda mojada, abandonada, como elemento de un museo, de una historia deshojada. Comienzo a mojarme y a dejar de preocuparme por el puente, chiloé y los chilotes, la lluvia es mas intensa que otras noches, las gotas caen con fuerza, saturadas de agua, decido no correr, ni caminar para protegerme, no vale la pena mantenerme seco esta vez.

Texto agregado el 04-06-2008, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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